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Turismo comunitario versus turismo masivo: ¿Cuáles son las implicaciones para los bosques y las comunidades?

El turismo es el sector que más se ha visto afectado durante la pandemia; países enteros han sido bloqueados y muchas personas han perdido sus trabajos o han tenido que trabajar en condiciones más peligrosas que nunca. Podría decirse que este es un buen momento para reexaminar los impactos del turismo a nivel mundial, para imaginar las formas en que podría modificarse para el bien de las personas y del planeta.

Este nuevo informe de nuestra serie Cobertura Forestal destaca ejemplos específicos de prácticas turísticas a nivel local y nacional, con siete estudios de caso desarrollados por nuestros grupos asociados, y un artículo sobre la peligrosa compensación de carbono en la industria de la aviación. Estos ejemplos nos llevan a pensar en temas como los proyectos ecoturísticos desarrollados por grupos indígenas, el turismo administrado por la comunidad, áreas estrictas protegidas, políticas gubernamentales y más.

Temas comunes como la conservación comunitaria, las necesidades y los roles de los pueblos indígenas y las comunidades locales, y la justicia de género brindan una perspectiva basada en los derechos para examinar tanto los impactos que el turismo puede tener en los bosques y las comunidades, como los beneficios que puede aportar a los medios de vida y la biodiversidad.

Descargar el informe en inglés aquí (web quality 3.1MB | low resolution 0.9MB)

Contenido:


Introducción: Reexaminar el turismo

Por Megan Morrissey, Coalición Mundial por los Bosques (EEUU) y Hemantha Withanage, Centre for Environmental Justice y punto regional focal de la GFC Asia-Pacífico (Sri Lanka)

Niebla matutina sobre la reserva de tigres de Achanakmar en India, de donde han sido desalojadas cientos de familias. Dr. SujoyMukherjee / Wikimedia Commons

En un episodio de su podcast, el escritor David Harvey explica que la demanda de los consumidores es responsable de la mayor parte del crecimiento económico y que un área clave de la demanda consiste en el “consumismo compensatorio”, lo que obtenemos a cambio de nuestro tiempo de trabajo. El turismo, dice Harvey, es una forma de “consumismo compensatorio”, porque es algo que disfrutamos como una liberación placentera a cambio de nuestro trabajo y la monotonía de la vida contemporánea en las economías capitalistas. La industria del turismo existe para “vender la fantasía de las vacaciones turísticas y el maravilloso momento en que puedes tener una especie de liberación de la miseria y las tareas de la vida diaria. El turismo juega con esa fantasía, publicita esa fantasía y la publicita en varios contextos como la playa y el crucero turístico”, dice Harvey.

 

Entonces, ¿tiene sentido examinar el turismo ahora? Podría decirse que es un buen momento para reexaminar este tipo de consumismo, para imaginar las formas en las que podría modificarse para el bien de las personas y del planeta. Algunos países, como los Estados Unidos, ya tienen una tasa de vacunación de casi el 50 por ciento; otros todavía están luchando por obtener acceso a las vacunas, y están lidiando con las repercusiones de la tercera y cuarta ola del COVID-19. Como en tantas otras áreas de la vida, la desigualdad subyace en todo lo que se refiere al virus, incluida la probabilidad de que te infectes y mueras, la probabilidad de que tus ingresos se reduzcan (o aumenten; aumentaron sus fortunas en 54 por ciento durante el primer año de la pandemia), y qué tan pronto puedas reunirte con amigos y familiares o reservar un vuelo y un hotel.

En cuanto a las diferentes formas en que las empresas “venden la fantasía de las vacaciones turísticas”, una versión cada vez más popular de la fantasía es la del retiro o la aventura ecoturística. Imagínense selvas y fauna carismática, caminatas a cascadas, cabañas con techo de paja en la playa, compras de artesanías indígenas. La idea detrás del ecoturismo es disfrutar del medio ambiente natural y apoyar su conservación, pero si tales actividades cumplen o no con este estándar flexible es, a menudo, otra cuestión, y algo que debe examinarse caso por caso. Como vemos en el ejemplo de la República Dominicana y el Parque Cotubanamá, incluso un complejo ecoturístico compuesto por cabañas de madera, que no usa plástico y tiene grifos que ahorran agua puede ser dañino para la delicada biodiversidad local y los acuíferos subterráneos, y sentar un precedente peligroso.

Este número, que contiene siete estudios de casos de siete países, y un artículo sobre la peligrosa compensación de carbono en la industria de la aviación, toma en consideración varios ejemplos específicos de prácticas turísticas, a nivel local y nacional. Estos ejemplos nos llevan a pensar en temas como los proyectos ecoturísticos desarrollados por grupos indígenas, el turismo administrado por la comunidad, parques nacionales y otros tipos de áreas protegidas, políticas gubernamentales, y más. Incluso modifica el concepto de lo que podríamos considerar como turismo, ya que el artículo de Canadá analiza la educación al aire libre a cargo de una organización benéfica ambiental local, y postula que estos tipos de participación a menor escala al aire libre son los que necesitamos para reconectarnos con nuestro medio ambiente en un momento como la pandemia.

De manera similar, en Nepal, el ecoturismo a nivel local es practicado por Grupos de Usuarios de Bosques Comunitarios que ofrecen a los visitantes actividades como caminatas, pesca y estadía en casas de familia. Las actividades están reguladas por la Ley Forestal, que incluye principios de igualdad de género que favorecen la participación y el liderazgo de la mujer en pie de igualdad. Este modelo, que se enfoca en la protección de los bosques y la biodiversidad, contrasta con el modelo de turismo corporativo más dañino. En Ecuador, la organización de derechos indígenas Fundación Pachamama ejecuta proyectos de ecoturismo como parte de su trabajo para promover los derechos territoriales y comunitarios de las comunidades locales en la Amazonia, creando empleos y respetando las culturas y la naturaleza locales. La organización tiene la justicia de género como un valor central.

Los artículos sobre India, Rusia y la República Democrática del Congo ofrecen análisis críticos sobre el turismo. En la India, se percibe que el turismo sostenible (definido aquí como el turismo que puede “hacer una contribución positiva al entorno natural y cultural”) y el ecoturismo (turismo “basado en la naturaleza”) se llevan a cabo con una participación insuficiente de las comunidades locales, las cuales deberían beneficiarse más de esta actividad. De manera similar, en Rusia, el turismo en los bosques del norte está guiado por la burocracia estatal y su “búsqueda de ganancias a expensas de la naturaleza”, y los grupos indígenas se han dividido arbitrariamente. En la República Democrática del Congo, un polémico parque nacional se basó en la expulsión de las comunidades indígenas pigmeas que han sido reprimidas violentamente y empobrecidas en nombre del turismo y la preservación de la vida silvestre, dejando de lado sus derechos ancestrales y territoriales.

Como siempre, suceden más cosas de las que simplemente podemos ver “en el terreno”. Incluimos un artículo crítico sobre la industria de la aviación, un contribuyente al calentamiento global (de manera desigual), y sus peligrosos esquemas de comercio de carbono. Aquí nuevamente vemos el vínculo entre el turismo y los bosques; los programas de compensación de carbono a menudo equivalen a “dudosos esquemas de plantación de árboles o proyectos que afirman eliminar el carbono mediante la protección de los bosques” que ya están siendo conservados por las comunidades forestales.

Los artículos que presentamos aquí consideran temas comunes tales como bosques y biodiversidad, incluyendo iniciativas de conservación comunitaria, parques y sitios de Patrimonio Mundial; los derechos y roles de los pueblos indígenas y las comunidades locales en el turismo; y justicia de género. El género se examina en términos de los roles clave de la mujer para impulsar iniciativas de turismo local en los estudios de casos de Canadá, Nepal y Ecuador.
Según
Organización Mundial del Turismo, las mujeres representan el 54 por ciento de la fuerza laboral del turismo, y por lo general se concentran en empleos mal remunerados y de bajo estatus en esta industria, realizando incluso labores esenciales no remuneradas para negocios de turismo familiar. Por supuesto, esto significa que las mujeres, que a menudo se desempeñan como trabajadoras informales, han experimentado de manera desproporcionada el impacto económico de las repercusiones de la COVID-19 en el turismo. En esta coyuntura, vale la pena preguntarse cómo sería un ecoturismo feminista.

A pesar de los desafíos que enfrenta la industria turística en todas sus facetas por la pandemia, hay indicios de que algunos sectores algunos sectores de la ciudadanía están ansiosos por dejar atrás la experiencia del último año, y volver a los cruceros y similares. De hecho, después de las continuas privaciones y tensiones de 2020-21, es posible que estén aún más ansiosos que nunca por participar en este tipo de “consumismo compensatorio”. Los países también pueden querer reanudar rápidamente la venta de la fantasía de las vacaciones turísticas; para los pequeños estados insulares como República Dominicana, casi uno de cada cinco dólares del PIB nacional proviene del turismo. Ha llegado el momento de hacer una revisión crítica de lo que puede y debe ser este tipo de consumismo.

Una campaña exitosa contra un centro ecoturístico en la República Dominicana

¿Alguna vez has visto un solenodon o una iguana rinoceronte? Si lo has hecho, probablemente sea gracias a los ambientalistas de la República Dominicana que frustraron con éxito un proyecto de desarrollo que amenazaba la biodiversidad local, incluidas estas especies en peligro de extinción.

No muy lejos de Punta Cana, uno de los principales destinos turísticos de toda América Latina y el Caribe, se encuentra el Parque Nacional Cotubanamá, un área protegida establecida en 1975, la más grande de la República Dominicana. Con un tamaño de casi 800 kilómetros cuadrados, este idílico parque costero alberga dos comunidades locales, una inmensa biodiversidad, e importantes sitios arqueológicos. El parque lo frecuentan excursionistas —turistas nacionales e internacionales—, que pagan tarifas de entrada para visitarlo; los visitantes también pueden alojarse en posadas pequeñas en los pueblos.

Cotubanamá ha estado bajo amenaza de desarrollo durante muchos años; en 2004, el gobierno degradó su costa occidental a un “área recreativa”, lo que permitió el desarrollo como una actividad secundaria. Esto sentó las bases para la incursión de desarrolladores como la empresa española Globalia, que compró un terreno allí en 2000 para construir un complejo ecoturístico. La compra se realizó justo después de que el presidente Hipólito Mejía redujera el tamaño de Cotubanamá por decreto, y el nuevo complejo se ubicaría en las afueras de los límites del antiguo parque. Globalia se enfrentó a obstáculos basados en evaluaciones ambientales, hasta que el ministro del Medio Ambiente, Angel Estévez, dio luz verde al proyecto en 2018. Muchos desconocían este hecho hasta que Globalia comenzó a arrasar un área forestal en enero de 2020.

La sociedad civil se organizó en oposición al resort, que, a pesar de su imagen ecológica, se decía que afectaría los recursos hídricos, y sentaría un precedente peligroso. Una coalición de doce organizaciones llamada Coalición para la Defensa de Áreas Protegidas (formada en 2003) presentó dos denuncias legales y llevó a cabo una campaña en las redes sociales utilizando el hashtag, #SOSCotubanamá. La presidencia suspendió las obras de construcción de Globalia a fines de febrero y se creó una comisión de investigación, pero con la participación del ministro del Medio Ambiente, Estévez.
La lucha para revocar el permiso ambiental de Globalia continuó durante meses, con protestas de la sociedad civil, peticiones, y un fallo de la Corte Suprema, y finalmente tuvo éxito el 12 de agosto. Sin embargo, los poderosos intereses a favor del desarrollo perduran, y la Coalición está instando a un debate social sobre qué tipo de turismo quiere ver la gente en la República Dominicana.


Ecoturismo controlado por las comunidades en el Amazonas ecuatoriano

Por Fundación Pachamama, Ecuador

Una habitacion en un centro de ecoturismo de NAKU en Ecuador, que ha sido una fuente vital de medios de vida sostenibles para las comunidades indígenas. NAKU

La Fundación Pachamama trabaja con comunidades indígenas en el Amazonas ecuatoriano y peruano para apoyar  la autonomía y defender los derechos de los pueblos originarios, así como los derechos de los territorios de los cuales dependen. También lucha contra la expansión de las industrias extractivas a gran escala y la agricultura extensiva en el Amazonas, las cuales son unas de las mayores amenazas para los pueblos indígenas y la biodiversidad. El trabajo de la Fundación Pachamama fue tan amenazante que en 2013 el gobierno ecuatoriano cerró a la organización como castigo por su oposición a los planes estatales de permitir que millones de hectáreas de selva tropical fueran despejadas  para compañías de perforación petrolera.

Desde que ganó la batalla por el restablecimiento de su trabajo en 2017, la organización ha redoblado esfuerzos para proteger las culturas indígenas y la biodiversidad, en particular, a través de la Iniciativa de las Cuencas Sagradas del Amazonas, que tiene como objetivo establecer una región protegida en Ecuador y Perú que esté fuera de los límites de la extracción de recursos a escala industrial y gobernada de acuerdo con los principios de los pueblos indígenas tradicionales. 

La justicia de género es un elemento intrínseco en el desarrollo, implementación, monitoreo y evaluación de los proyectos de la Fundación Pachamama. Esto, garantiza que las mujeres indígenas se vean beneficiadas y que  se reconozca su valor político, económico y sociocultural. La organización reconoce que hombres y mujeres indígenas tienen relaciones y conocimientos diferentes sobre los bosques, por lo que el reconocimiento de estas diferentes funciones es fundamental para apoyarlos en la construcción de cambios positivos en sus comunidades. Esta conciencia también ha permitido importantes momentos de reflexión y aprendizaje organizacional en los proyectos de la organización, lo que se refleja en el enfoque de las comunidades hacia la gestión política a nivel local. 

El extenso trabajo de la fundación incluye “Ikiama Nukuri” (Mujeres protegiendo el bosque), un programa que busca construir poder colectivo y amplificar las voces de las mujeres indígenas para mejorar la salud materna, infantil y reproductiva. También se llevan a cabo actividades más amplias de fomento de capacidades con las organizaciones indígenas, para que puedan defender mejor sus propios derechos, y apoyo en el desarrollo de medios de vida sostenibles y alternativas económicas al extractivismo. Parte de este trabajo incluye el apoyo a desarrollos ecoturísticos gestionados por la comunidad, que son accesibles y benefician a toda la comunidad. 

Dos de los proyectos de ecoturismo más emblemáticos de Ecuador son el Kapawi ecolodge, en el territorio Achuar; y Naku, en el territorio Sápara. Aunque estos sitios se encuentran a diferentes niveles en la escala de confort, comparten los principios clave de la propiedad comunitaria y la protección de las culturas indígenas y la biodiversidad.

Kapawi ecolodge se encuentra en el territorio del pueblo indígena Achuar y es un lujoso desarrollo ecoturístico con una capacidad para albergar a 30 huéspedes. Fundado en 1996, fue considerado pionero del ecoturismo comunitario en la región. En 2007 recibió una inversión de más de 2 millones de dólares y la propiedad fue transferida a tres comunidades, las cuales son responsables de la gestión del espacio, mientras que otras nueve comunidades se benefician directamente del proyecto. El ecolodge ha tenido un impacto enormemente positivo en términos de creación de empleo local y protección de valores culturales, conocimientos ancestrales y biodiversidad. Ha recibido 12 mil visitantes en total hasta el momento, 95% de los cuales son extranjeros, principalmente de Estados Unidos y la Unión Europea. 

Por su parte, el proyecto Naku está ubicado en el territorio del pueblo indígena Sápara, reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Tiene una infraestructura más básica que facilita la administración del espacio y se centra en el uso de conocimientos médicos tradicionales para llevar a los visitantes a una experiencia transformadora. Fomenta el empleo local a través de la escuela más cercana y trabaja para preservar la lengua indígena Sápara, considerada en peligro de extinción. Naku es administrado por un comité directivo que es elegido por un período de tres años por una asamblea comunitaria en la que participan todos los habitantes. A pesar de que los hombres frecuentemente ocupan cargos clave en los comités, los responsables de la gestión cotidiana de las actividades, como cocina, limpieza, orientación o cuidado, generalmente están distribuidos de manera equilibrada entre mujeres y hombres, y un sistema de turnos garantiza que cada familia pueda trabajar y beneficiarse de Naku. 

En 2020 ambos proyectos fueron cerrados por un largo período debido a la pandemia, pero sus profundas raíces en la comunidad y los fuertes vínculos que habían fomentado con los visitantes les permitieron sobrevivir y abrir nuevamente sus puertas. En Kapawi, las relaciones que el albergue había construido con los huéspedes significó que las donaciones y el apoyo recibido mientras estaban cerrados permitieran recibir a los huéspedes de nuevo de manera segura. La respuesta de Naku a la pandemia fue crear un curso en línea para mantener relaciones con los visitantes y ofrecerles una forma nueva y alternativa de intercambio y experiencia. 

La Fundación Pachamama también busca fomentar el ecoturismo comunitario en Ecuador, reconociendo que este aún depende en gran medida de los visitantes del norte global, quienes viajan largas distancias para llegar a estos lugares remotos. A la organización le gustaría ver más ecuatorianos en estos desarrollos ecoturísticos, en lugar de que se vayan al extranjero. Asimismo, invita a los visitantes extranjeros a permanecer más tiempo y visitar más lugares mientras estén en esos espacios naturales, para aprovechar al máximo los costos y los impactos del viaje. 

Otro factor importante a considerar es que los viajes dentro de Ecuador y el Amazonas ecuatoriano también dependen de los vuelos (en avionetas), ya que el sistema de carreteras es muy limitado. Las comunidades indígenas quieren mantenerlo de esta manera, ya que el desarrollo vial traería deforestación, industrias extractivistas y la destrucción de la cultura indígena, mientras que los viajes aéreos en este caso tienen un impacto mucho menor.

Lea la publicación completa en inglés aquí.


10 jun., 2021
Posted in Extractive industries, tourism and infrastructure, Forest Cover, recursos y publicaciones, Supporting Community Conservation