Lo bueno, lo malo y lo feo: un pacto histórico por la biodiversidad
Por Simone Lovera, publicado el 29 de diciembre de 2022 por Heinrich-Böell-Stiftung
Fue un acontecimiento incómodo: justo en el momento en que el ministro chino de Medio Ambiente, en calidad de presidente de la 15ª Conferencia de las Partes en el Convenio de la ONU sobre la Diversidad Biológica (la COP15), quería adoptar lo que se ha anunciado como “El acuerdo de París de la biodiversidad”, el representante de la República Democrática del Congo pidió la palabra y declaró que el acuerdo era inaceptable porque no incluía un nuevo Fondo Mundial para la Biodiversidad independiente. Parece que sus palabras, expresadas en francés, se perdieron en la traducción para el ministro chino de Medio Ambiente, Huang Runqui. El ministro pareció confundido, consultó rápidamente a la Secretaría del CBD, y luego bajó el martillo diciendo que el acuerdo se adoptaba porque nadie había “objetado”.
El momento quedó como una mancha fea en un, por lo demás, impresionante ejercicio de diplomacia internacional por parte de la presidencia china de la COP15, que tuvo lugar en Montreal del 7 al 19 de diciembre de 2022. Tras cuatro largos años de minuciosas negociaciones, lograron elaborar, a través de intensas consultas con casi todos los países presentes en la conferencia, un impresionante paquete de seis acuerdos de compromiso, incluido un Marco Mundial sobre la Diversidad Biológica (GBF, por sus siglas en inglés), un sistema de seguimiento y una estrategia provisional de movilización de recursos para el GBF, y un acuerdo para compartir los beneficios de los sistemas de información de secuencia digital.
El paquete se presentó posteriormente en la sesión plenaria como un acuerdo de “tómalo o déjalo”, una estrategia que a algunos les recordó la Cumbre del Clima de Copenhague de 2009, en la que Barack Obama intentó imponer un compromiso similar de última hora negociado a puerta cerrada. El acuerdo de Obama fue rechazado en la sesión plenaria final, mientras que el paquete chino de la COP15 del CBD, que seguía siendo objeto de decenas de profundos desacuerdos tan solo dos días antes, fue sorprendentemente aceptado por cada uno de los países excepto, en un principio, por la RDC. E incluso esta última mancha fue rápidamente eliminada: en la sesión de clausura del día siguiente, la RDC abrió la reunión cambiando públicamente su objeción al paquete por una mera “reserva” al respecto en la nota de pie de página.
Por supuesto, cabe preguntarse si el repentino cambio de rumbo tuvo algo que ver con el hecho de que la RDC es uno de los países africanos que más inversiones chinas recibe. Pero los compromisos, a menudo muy inteligentes, del paquete final también mostraron el poder de la diplomacia china, que durante todo el proceso se había centrado en intentar salvar las diferencias entre los países en lugar de imponerles sus propios puntos de vista. Mientras tanto, el país anfitrión, Canadá, había sido muy claro sobre su propia agenda. Además del paquete, la conferencia acordó nada menos que 56 decisiones (37 de ellas relacionadas con el propio CBD), aunque no logró acordar una nueva Mesa debido a una desagradable pelea de última hora entre la Federación Rusa y la UE y sus aliados, lo que significa que la COP15 no se clausuró formalmente, sino que se suspendió.
Lo malo
No hay una exploración exhaustiva del horizonte tecnológico
Lamentablemente, el hecho de que fueran inteligentes no significaba que estos compromisos fueran también sólidos. En concreto, muchas de las propuestas más progresistas que afectaban directa o indirectamente los intereses empresariales fueron eliminadas sin contemplaciones en el paquete de compromiso final. El paquete final de decisiones fue realmente decepcionante para los activistas que esperaban textos sólidos sobre cuestiones como un mecanismo de análisis del horizonte tecnológico, o medidas para reducir los riesgos de la biología sintética, los organismos genéticamente modificados, las falsas soluciones climáticas como la bioenergía y la captura y secuestro de carbono, o la privatización y comercialización de la información genética a través de sistemas de información de secuencias digitales. Aunque se dieron algunos pasos iniciales para iniciar la exploración del horizonte relacionado con la biología sintética en una decisión separada, la propuesta está por fuera del propio GBF. En un tono más positivo, también se evitaron los intentos de incluir la geoingeniería (tecnologías para manipular el clima a gran escala) en el GBF.
No hay una responsabilidad empresarial jurídicamente vinculante
Del mismo modo, importantes propuestas que responsabilizarían legalmente a las empresas de los daños causados a la biodiversidad fueron eliminadas sin contemplaciones del texto final del GBF. Los objetivos relativos al papel y la responsabilidad del sector privado y los consumidores se diluyeron en frases débiles y huecas sobre la necesidad de “animar” y “permitir” a las empresas controlar sus riesgos, dependencias e impactos sobre la biodiversidad, y “proporcionar información” al respecto a los consumidores para que puedan tomar decisiones sostenibles. Este tipo de autoinformación ha ocupado un lugar destacado en los sistemas de certificación y otros programas de mercadotecnia ecológica, que en general se consideran fallidos porque las instituciones que se suponía que debían controlar estas afirmaciones a menudo dependían económicamente de las mismas empresas a las que se pedía que verificaran, si es que había alguna verificación. Las propuestas también presuponen que los consumidores estarían en condiciones de elegir, mientras que la mayoría de los habitantes del planeta son sencillamente demasiado pobres para hacerlo.
No se reconoce el papel de las dietas y los sistemas alimentarios insostenibles
Se eliminaron del texto las referencias a la necesidad de cambiar las dietas y/o los sistemas alimentarios en general para reducir el impacto, en particular, de la ganadería insostenible, que es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad y del cambio climático. Se sustituyeron por la repetición de un objetivo ya existente de reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos. Y aunque se celebró que un objetivo relacionado sobre agricultura, silvicultura y pesca sostenibles mencione específicamente la necesidad de un aumento sustancial de las prácticas agroecológicas, esta referencia va ahora acompañada de una referencia a la “intensificación sostenible”, un término que a menudo utiliza la industria para promover formas aún más intensivas de ganadería, o el uso de organismos modificados genéticamente para ‘intensificar’ la producción agrícola.
Mecanismos de aplicación deficientes
Además, el marco de seguimiento y los mecanismos de aplicación acordados no garantizan que las elevadas recomendaciones del GBF se traduzcan en acciones concretas sobre el terreno. Al igual que en el régimen climático, existen objetivos globales, pero los países deciden qué parte de esos objetivos van a asumir. Los indicadores que se elaboraron para ayudar a los países en su proceso de presentación de informes son manifiestamente insuficientes, en algunos casos asombrosamente inadecuados (como el uso de controvertidos sistemas de certificación forestal como indicadores de la gestión sostenible de los bosques) e ignoran prácticamente todas las dimensiones de género, sociales y económicas de la política de biodiversidad. No se acordaron mecanismos vinculantes de presentación de informes ni otros mecanismos de cumplimiento, por lo que la aplicación efectiva del GBF y de las decisiones conexas depende en gran medida de la voluntad política de las Partes en el CBD.
Lo bueno
Reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y las mujeres
Mientras que muchas ONG deploraban el texto final del GBF, el ambiente era todo lo contrario entre los grupos de titulares de derechos, como el Grupo de Mujeres del CBD y el Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad (FIIB). El FIIB, en particular, estaba casi exultante con el texto final del GBF. Y con razón, ya que el GBF refleja un cambio de paradigma en el campo de la conservación de la biodiversidad. En lugar del antiguo modelo de ‘fortaleza’ en el que la conservación de la biodiversidad se veía principalmente como una cuestión de establecer parques nacionales para proteger la biodiversidad frente a las personas, el GBF que se adoptó en Montreal incluye más de una docena de referencias firmes a la necesidad de respetar no solo los derechos, sino también el papel, los conocimientos, la acción colectiva y otras contribuciones de los Pueblos Indígenas, las comunidades locales y las mujeres en el ámbito de la conservación de la biodiversidad. Esto incluye un importante reconocimiento de los “territorios indígenas” en el objetivo más visible del GBF: el objetivo de garantizar que para 2030 al menos el 30% del planeta esté cubierto de áreas formalmente protegidas u otras medidas eficaces de conservación basadas en áreas (OECM); a menudo abreviado como el objetivo “30×30”.
Reconocimiento de los territorios indígenas
Y aunque parte de la comunidad conservacionista celebró el objetivo del 30%, la principal victoria es en realidad que los territorios indígenas NO están incluidos en ese objetivo, sino reconocidos como una tercera vía independiente. Esto reconfirma claramente los derechos de los pueblos indígenas a decidir de forma autónoma, de acuerdo con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y un buen número de leyes y constituciones nacionales, si estos territorios contribuirán a la conservación y, sobre todo, cómo lo harán. Por tanto, estas zonas no quedarán bajo la autoridad de las agencias de parques nacionales, algo que muchos pueblos indígenas temían. Pero si así lo deciden, los Pueblos Indígenas también son libres de clasificar sus propios territorios como Áreas Protegidas Indígenas, como ICCA (territorios indígenas y áreas conservadas por comunidades) o como OECM. Y para subrayar esta autonomía, se reitera al final del objetivo que todas las acciones deben estar en consonancia con “el reconocimiento y el respeto de los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales, incluso sobre sus territorios tradicionales“.
Gobernanza equitativa y conservación eficaz
Mientras tanto, en una cómica discusión durante los últimos días de la COP15, quedó claro que el objetivo del 30% en sí mismo es en realidad una farsa, ya que varias Partes, incluida la UE, se dieron cuenta de que, si realmente se incluyen no sólo las áreas protegidas formales sino también todas las OECM, la superficie total de tierra que ya está cubierta por tales medidas es probablemente significativamente superior al 30%. Esto significa que el enfoque de la aplicación del objetivo tiene que pasar de la expansión de las zonas protegidas a los aspectos cualitativos del objetivo, incluidas las importantes condiciones de que dichas zonas estén “gobernadas equitativamente” y “conservadas eficazmente”. No cabe duda de que éste no es aún el caso de la mayoría de estas áreas. Así pues, el GBF encomienda principalmente a los gobiernos que mejoren significativamente la gobernanza de las zonas conservadas existentes, entre otras cosas garantizando que respeten los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales y asegurando que todo lo que se denomine uso sostenible contribuya a la conservación de la biodiversidad; esto último podría impedir la práctica actual de permitir la tala a gran escala u otras actividades destructivas en zonas “protegidas”.
Reconocimiento de la conservación comunitaria
Los derechos y contribuciones de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales también se respetaron en muchos otros elementos del GBF, incluidas las metas sobre planificación espacial (meta 1), uso consuetudinario (metas 5 y 9) y conocimientos tradicionales y de otro tipo (meta 21). Además, las iniciativas comunitarias de conservación y otras “acciones colectivas” de los pueblos indígenas y las comunidades locales se reconocieron como una forma de movilización de recursos en la meta 19.
Reconocimiento de los derechos y las contribuciones de las mujeres
El Grupo de Mujeres del CBD también celebró la aprobación final del GBF, ya que, tras una larga batalla, consiguieron incluir una meta independiente sobre género (meta 23) que no solo insta a los gobiernos a adoptar un enfoque de género en el GBF y garantizar la participación de las mujeres, sino que también reconoce explícitamente la igualdad de derechos de las mujeres a la tierra y los recursos naturales. Además, se adoptó un Plan de Acción de Género que constituye un amplio conjunto de directrices para integrar la perspectiva de género en todas las decisiones y mecanismos de aplicación relacionados con la biodiversidad. Lamentablemente, las sutiles referencias a las personas no binarias y a la necesidad de evitar la discriminación por motivos de orientación sexual fueron eliminadas sin contemplaciones del Plan de Acción de Género durante los últimos días de la COP15. Además, el Grupo de Mujeres del CBD no consiguió asegurar indicadores diferenciados por género en el marco de seguimiento —excepto los indicadores relacionados con la propia meta de género— ni integrar referencias a las dimensiones de género en la mayoría de las demás metas del GBF. Esto significa que existe un grave riesgo de que el género se convierta una vez más en un pilar separado del GBF y de sus mecanismos de aplicación, en lugar de ser algo realmente integrado, a pesar de las nobles palabras del Plan de Acción de Género.
Protección de los derechos humanos de los defensores del medio ambiente
Una excepción digna de mención es la que quizá sea la meta más prometedora del GBF, la meta 22, que consolida en el marco de manera sólida el enfoque basado en los derechos. Las referencias explícitas a la participación plena, equitativa, inclusiva y con perspectiva de género; el acceso a la justicia, los derechos sobre tierras, territorios, recursos y conocimientos tradicionales; y la protección de los defensores de los derechos humanos medioambientales en esta meta pueden considerarse victorias importantes para los grupos de defensa de los derechos y las ONG que han luchado incansablemente durante los últimos cuatro años por un Marco Mundial realmente basado en los derechos.
Lo feo
Captación empresarial a través de la financiación del sector privado
A pesar de estas buenas noticias, una serpiente acecha en la hierba, ya que el GBF también abrió las puertas a “todas las fuentes de financiación” para apoyar su aplicación, incluido en particular el apoyo financiero del sector privado. Y aunque en el GBF se incorporó la ambiciosa cifra de movilizar 200.000 millones de dólares al año en financiación de la biodiversidad, el texto también especifica que sólo entre 20.000 y 30.000 millones consistirán realmente en ayuda oficial al desarrollo.
Esto deja la puerta abierta a las prácticas de ecopostureo (y potencialmente incluso de blanqueo de activos, ya que también el dinero obtenido ilegalmente parece ser bienvenido). Significa que la política pública de biodiversidad dependerá aún más del apoyo financiero —y, por tanto, de los caprichos y deseos— de las empresas y la industria. Uno no muerde la mano que le da de comer, así que la creciente dependencia de la financiación del sector privado significa que los gobiernos serán menos proclives a adoptar normativas que perjudiquen a sus ‘socios’ empresariales. Y aunque es de agradecer que el GBF incluya el objetivo de reducir los incentivos perversos con 500.000 millones de dólares al año para 2030, la investigación ha descubierto que la captura corporativa de la formulación de políticas a través de la financiación mixta es un obstáculo importante para reformar los incentivos perversos sobre el terreno.
Compensaciones y créditos de biodiversidad
Aún más fea fue la inclusión a última hora de “compensaciones y créditos de biodiversidad” como “esquema innovador” de financiación en el GBF. Las compensaciones de biodiversidad, que distan mucho de ser innovadoras, no funcionan en la práctica porque no se puede simplemente sustituir un ecosistema destruido por otro ecosistema. Para la población local que depende del ecosistema destruido, un proyecto de compensación en otro lugar no aporta ningún beneficio. De hecho, las compensaciones de biodiversidad no sólo crean un incentivo para que las agencias de biodiversidad permitan proyectos perjudiciales, sino que también incentivan modelos de conservación anticuados que otras partes del GBF pretenden superar debido a que necesitan ofrecer resultados de conservación garantizados. El hecho de que se eliminara del GBF el término “positivo para la naturaleza” (nature positive), que muchos consideraban un enfoque a gran escala de la compensación, fue un paliativo insignificante en este sentido. Además, el hecho de que se añadieran las palabras “con salvaguardias ambientales y sociales”, tras una feroz campaña de última hora de las ONG y los grupos de titulares de derechos contra las compensaciones de biodiversidad, es sólo una ayuda marginal.
Soluciones basadas en la naturaleza
Otra batalla que se perdió en el último momento fue la larga lucha de muchas ONG y grupos de titulares de derechos contra la inclusión en el GBF del término “soluciones basadas en la naturaleza” (SBN). Desde el principio estuvo claro que esta batalla se perdería, ya que las SBN no solo habían sido adoptadas y definidas por la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA) en marzo de 2022, sino también por otras reuniones de la ONU como la 27th Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Clima, que tuvo lugar solo unas semanas antes de la COP15. Y es precisamente el régimen climático el que probablemente se convierta en la principal víctima del uso de este término. Aunque la resolución de la UNEA limita formalmente las SBN únicamente a las acciones que contribuyen positivamente a la biodiversidad, la inmensa mayoría de las SBN están constituidas ya por proyectos forestales y otros proyectos de compensación de carbono; incluso las ballenas podrían incluirse en el mercado voluntario de carbono en la actualidad. De hecho, la resolución de la UNEA reconocía que debía analizarse el posible impacto de estos esquemas, a menudo fraudulentos, sobre el régimen climático. Pero en los numerosos actos paralelos organizados por el sector privado y muchas organizaciones conservacionistas durante la COP15 quedó claro que no ven ningún problema en dar la bienvenida a una fuente de financiación que socava los esfuerzos por detener una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad: el calentamiento global.
¿Habrá financiación directa para los pueblos indígenas y las comunidades locales?
Mientras tanto, no está claro si el nuevo Fondo Mundial para la Biodiversidad que se ha propuesto, inicialmente como fondo fiduciario del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), será más selectivo en cuanto a la aceptación de fuentes de financiación. Tampoco se sabe si proporcionará acceso directo a la financiación a los pueblos indígenas, las comunidades locales y las mujeres, como han exigido muchos titulares de derechos. El propio FMAM incluye un modesto programa de pequeñas subvenciones que sí apoya directamente a los titulares de derechos sobre el terreno. La experiencia con el Fondo Verde para el Clima, que se creó como alternativa al FMAM, sugiere que los nuevos fondos no incluirán necesariamente facilidades similares de acceso directo; de hecho, el Fondo Verde para el Clima ha acabado estando aún más dominado por los intereses empresariales que el FMAM.
El camino a seguir
Prevenir el daño desinvirtiendo en la destrucción de la biodiversidad
Sin embargo, no todas las noticias financieras de la COP15 fueron desagradables. Aparte del reconocimiento de los derechos indígenas, uno de los elementos más positivos del GBF es la meta 14, que obliga a los gobiernos a alinear todas las actividades y flujos fiscales y financieros con el GBF. Este compromiso de desinvertir en todos aquellos proyectos y sectores que destruyen la biodiversidad, como la ganadería insostenible, la producción de bioenergía a gran escala y las industrias extractivas, es un importante reconocimiento del hecho de que no tiene mucho sentido destinar 30.000 millones de dólares a la conservación de la biodiversidad cuando cada año se gastan 3,1 billones de dólares en destruirla. La meta 14 se dirige explícitamente a todos los niveles de gobierno, dejando así claro que son los gobiernos quienes deben garantizar que tanto las instituciones financieras públicas como las privadas retiren su dinero de estas actividades perjudiciales.
Convertir las promesas en realidad resistiendo a la captura corporativa del GBF
Al igual que ocurre con todos los objetivos del GBF, para hacer realidad estas propuestas positivas será necesario mantener una campaña constante para recordar a los gobiernos los compromisos que adquirieron en diciembre de 2022. Se necesitan campañas continuas contra la captura corporativa de la formulación de políticas a través de la financiación mixta y otras “asociaciones” para garantizar que los gobiernos se liberen de los conflictos de intereses y adopten realmente el espíritu del GBF. Las promesas están ahí, sobre el papel. Ahora depende de todos nosotros garantizar que no vuelvan a convertirse en tigres de papel.
Enlace a la fuente original en ingles
Traducción: Amira Armenta y Megan Morrissey
Fotografía: Kleber Varejão Filho, Pima Gyamtsho, Guillaume Jaillet