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COP15 del CDB: ¿”París” o “Copenhague” de la biodiversidad?

Sea turtle swimming in a blue ocean, photo by Marcos Paulo Prado

Por Simone Lovera. Publicado originalmente en www.boell.de

Unas pocas semanas después del fracaso de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en Egipto, los estados miembros de la ONU se reunirán nuevamente en ocasión de la Conferencia sobre la Biodiversidad, del 7 al 19 de diciembre, en Montreal. Sin embargo, en la víspera de esta 15º Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD COP15), que tiene por objetivo plasmar un nuevo marco orientador para la conservación de la biodiversidad a nivel mundial, ya hay señales de malos augurios. A pesar de que existen algunos puntos positivos, incluyendo un potencial reconocimiento de la necesidad de abordar el financiamiento de las industrias dañinas por parte de los gobiernos y la incorporación de un enfoque basado en los derechos para la conservación de la biodiversidad, hay fuertes preocupaciones de que las negociaciones nuevamente sean frustradas por el lobby poderoso de las corporaciones y por la reticencia de muchos estados a comprometerse a tomar los pasos necesarios para asegurar el futuro de la vida en el planeta.

No debemos subestimar la importancia de la COP15. Nuestro planeta está en crisis, con más de un millón de especies en peligro de  extinción. Si no tomamos acción efectiva para abordar las causas fundamentales de la pérdida de la biodiversidad, el declive puede acelerarse, lo que impactará nuestra calidad de vida, bienestar y la continuación de la vida misma. Estas causas subyacentes incluyen, sobre todo, la constante expansión de la conversión de ecosistemas y sobreexplotación de los recursos naturales para alimentar un modelo de negocios patriarcal, neocolonialista e impulsado por las empresas. Este modelo, basado en el crecimiento constante del consumo y la producción, a menudo cuenta con el apoyo de subsidios generosos de los gobiernos.

La COP15 originalmente había sido planeada como una gran cumbre en Kunming, China, a finales de 2020, pero los anfitriones tuvieron que postergar la convocatoria cuatro veces debido al Covid-19, antes de tomar la decisión de reprogramar el encuentro para este diciembre en Montreal, Canadá. Entretanto, China ya había celebrado su propia cumbre sobre la diversidad biológica en octubre de 2021, evento que contó con la participación del  presidente chino Xi Jinping, así como de miles de funcionarios y partes interesadas de ese país, con pocos invitados internacionales. Para empeorar el panorama, la reunión de este mes ha sido degradada de categoría y ahora es clasificada como una conferencia ordinaria ya que el anfitrión, el presidente Xi, decidió no asistir y por ende no invitar a otros jefes de Estado.

Sin embargo, el verdadero mal augurio para la COP15 está relacionado al resultado que se supone tiene que dar: un nuevo plan estratégico que consiste en un Marco Mundial para la Diversidad Biológica para alinear la humanidad con la visión de “vivir en armonía con la naturaleza” para 2050. Este marco ha sido considerado  como el Acuerdo de París de la biodiversidad, un nuevo compromiso político que generará acción política y apoyo financiero durante muchos años. Pero a solo 14 días del inicio de la conferencia, y con  profundos desacuerdos entre las partes, existe el temor de que, en vez de ser el París de la biodiversidad, la COP15 se convierta en un desastre diplomático parecido a la COP de Copenhague en 2009. Lo que suceda en Montreal este diciembre tendrá fuertes implicaciones para todo el mundo.

El Marco Mundial sobre la Diversidad Biológica: ¿pura ambición o una nueva visión sobre la conservación?

A pesar de estos hechos, no todo está perdido. El proceso preparatorio para la COP15 ha demostrado que una coordinación hábil de las negociaciones puede ayudar a lograr el consenso. Ya se ha llegado a  un acuerdo sobre 2 de las 22 metas. Sin embargo, el consenso a menudo implica grandes compromisos y muchos temen que el Marco Mundial pueda representar un paso atrás, en comparación con el primer Plan Estratégico de la CBD. Mientras tanto, muchos países y conservacionistas han establecido una Coalición de Altas Ambiciones, coordinada por Costa Rica, Francia y el Reino Unido. Su objetivo principal es incorporar una meta concreta de proteger el 30% de la tierra y los océanos para 2030, lo que se considera un hito simbólico similar a la meta de 1,5º C de calentamiento global en el Acuerdo de París.   

Sin embargo, estas metas no son comparables. Aunque la meta de 1,5º C sea demasiado débil como para evitar los desastres climáticos como las recientes inundaciones en Pakistán y Nigeria, al menos se establece  una meta global. Las áreas protegidas son simplemente una herramienta para conservar la biodiversidad y proteger solo el 30% del planeta es una asombrosa falta de ambición, especialmente si se considera que los países ya acordaron proteger el 100% de los bosques del mundo para 2020 como parte del objetivo 15 de los ODS (establecido en 2015). También es cuestionable hasta qué punto una ambición vaga al estilo del Acuerdo de París puede fortalecer los compromisos obligatorios más concretos que ya han sido adoptados por las partes de la CDB.

Además, las áreas protegidas incluso han tenido resultados dudosos en lo que se refiere a impactos en la biodiversidad. A menudo se establecen en zonas que no presentan amenazas significativas, ya que no son atractivas para la explotación de agricultura a gran escala u otras prácticas que impulsan la pérdida de la diversidad biológica. Incluso, cínicamente, cuando surgen amenazas, por ejemplo, con el descubrimiento de reservas de oro o petróleo, en muchos casos se levantan las los estatus de protección. Muchos parques son protegidos de manera insuficiente contra amenazas en general debido a la falta de capacidad de cumplimiento de las leyes y a la adopción de pocas medidas de protección ante el cambio climático, lo que rápidamente se está convirtiendo en la principal amenaza a los ecosistemas del mundo. Más importante aún, la idea general de que las áreas tengan que ser protegidas de la gente ha desencadenado desocupaciones violentas y otras violaciones de derechos humanos y está basada en el supuesto cínico de que las personas nunca podrían vivir en armonía con la naturaleza.  

Un nutrido grupo de publicaciones científicas demuestra lo contrario: la mayoría de los pueblos indígenas y comunidades locales son perfectamente capaces de conservar y restaurar los territorios que consideran su hogar, una vez que se otorgan derechos y sistemas de gobernanza sobre esas áreas protegidas. Las mujeres en toda su diversidad han demostrado jugar un papel central en dichos sistemas de gobernanza, ya que son la fuerza que impulsa las iniciativas de conservación comunitaria y economías de cuidados.

Derechos amenazados

Por ende, lo que se requiere no es una meta simbólica, como el 30% de las tierras protegidas, sino un nuevo Marco Mundial sobre la Diversidad Biológica que refleje un nuevo paradigma de conservación de la biodiversidad centrado en la visión que tiene la CDB para el año 2050: vivir en armonía con la naturaleza. Tal paradigma estaría basado en el respeto a los derechos, roles, necesidades y aspiraciones de los grupos sujetos de derechos, como los pueblos indígenas, las mujeres y las comunidades locales, en la conservación de la biodiversidad. En lugar de proteger a territorios de personas, este enfoque fomentaría la conservación por y para la gente. Ejemplos inspiradores de iniciativas exitosas de conservación comunitaria en todo el planeta han demostrado la viabilidad de este nuevo modelo de conservación. Varios países verdaderamente ambiciosos han puesto sobre la mesa propuestas de texto para garantizar que un enfoque de la conservación de la biodiversidad basado en los derechos se incluya en las metas pertinentes del Marco Mundial. El amplio apoyo a la ambiciosa meta 21, centrada en los derechos de los pueblos indígenas y otros grupos sujetos de derechos, como las comunidades locales, y la meta 22, sobre los derechos y el papel de las mujeres, han suscitado la esperanza de que el Marco Mundial sea realmente transformador.

Sin embargo, ha surgido una amenaza adicional con la publicación de un informe de un grupo informal de negociadores de países que se unieron en septiembre de 2022 para “limpiar” el texto de la negociación. Una de sus propuestas es eliminar del Marco Mundial las referencias a los derechos de los pueblos indígenas y a los enfoques basados en derechos, al argumentar que ya están cubiertos en la sección “B-bis”, la cual aborda principios interseccionales. Sin embargo, el grupo también propone renombrar esta sección de “premisas fundamentales”, expresión única en derecho internacional que no tendría implicaciones legalmente vinculantes. Debido a que no hay propuestas de indicadores para monitorear la implementación de estas “premisas”, los países podrían simplemente ignorarlos al momento de reportar sobre las implementación de los esfuerzos. Aún más ominosamente, una falta de consenso podría incluso implicar la eliminación de toda la sección “B-bis”, lo que anularía cualquier referencias a estos derechos en el marco.

Abordar las amenazas reales a la biodiversidad

Además de incorporar los derechos humanos, el Marco Mundial para la Diversidad Biológica debe reflejar una verdadera ambición y compromiso para abordar las amenazas reales a la biodiversidad. Una evaluación amplia de la resiliencia de iniciativas de conservación comunitarias en 22 países diferentes reveló los desafíos existentes para sostener dichas iniciativas ante las amenazas externas que continúan en aumento, como la conversión de tierras en monocultivos agroindustriales de siembras y árboles a gran escala, incluyendo para el desarrollo de proyectos de bioenergía y ganadería industrial. El cambio climático provocado por la continua extracción de combustibles fósiles, la minería y la deforestación también representa una amenaza significativa a la biodiversidad. De manera cínica, muchas de estas amenazas son financiadas directa o indirectamente por las Partes en la CDB: los gobiernos gastan un estimado de 500 mil millones de dólares anuales en subsidios y otros incentivos perversos que promueven actividades en detrimento de la biodiversidad. Igualmente más de 2,6 billones de dólares son destinados anualmente a inversiones públicas y privadas perjudiciales para la biodiversidad: recursos financieros dañinos, es decir, recursos nocivos, que son los verdaderos impulsores de la pérdida de biodiversidad.

Afortunadamente existe un reconocimiento cada vez mayor sobre el hecho de que la llamada “alineación” de estos flujos financieros con el Marco Mundial para la Diversidad Biológica debe ser parte central del marco para que tenga alguna posibilidad de éxito.

Es por ello que no solo hay proyectos de objetivos que exigen dicha alineación y la eliminación de los incentivos perversos, sino que la alineación de los flujos financieros y la reforma de los incentivos perversos también serán con suerte elementos centrales de la estrategia de movilización de recursos que será adoptada como parte del paquete de decisiones de la COP15. También hay un apoyo cada vez mayor para que exista una referencia en términos de abordar problemas más estructurales, como la injusticia de la deuda y la evasión fiscal, aspectos que erosionan la capacidad de los países para financiar una transición justa hacia la conservación de la biodiversidad. Además, hay varias propuestas para la movilización de nuevos fondos ambiciosos. La iniciativa parece loable, pero la pregunta es de dónde saldrá este financiamiento; si va a ser otorgado por los países desarrollados en forma de asistencia oficial adicional nueva y significativa para el desarrollo, estaría en línea con los compromisos de la CDB original. Sin embargo, para esconder el incumplimiento de obligaciones financieras, los países desarrollados han adoptado la noción de “todas las fuentes de financiamiento”, lo que significa que se incluirían flujos financieros del sector privado para la biodiversidad. Dichas financiaciones privadas tienen un precio muy alto.

El apoyo financiero privado a políticas públicas como la conservación de la biodiversidad crea dependencias financieras de instituciones públicas, ya sean gubernamentales o de organizaciones conservacionistas, a favor de intereses del sector privado. Por supuesto, algunos de esos intereses pueden ser benignos, pero el problema es que las corporaciones en un sistema capitalista necesitan fomentar el crecimiento y no están en condiciones, legales o de cualquier otra índole, de aceptar límites a ese crecimiento. No obstante, las políticas y regulaciones de la biodiversidad deben establecer límites al crecimiento a la luz de las fronteras planetarias. Por lo tanto, no es de extrañar que cerca de 89% de todo el lobby corporativo tiene como objetivo debilitar las políticas y regulaciones ambientales. Es precisamente por esta razón que muchas observadoras y observadores están preocupados por el avance de procesos como las negociaciones sobre la visibilización y el Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras relacionadas con la Naturaleza, los cuales están dominados por corporaciones. Estos procesos han intentado promover compromisos voluntarios de las corporaciones para informar sobre los beneficios de la naturaleza para las corporaciones únicamente, en lugar de establecer objetivos para crear regulaciones sólidas que eviten daños corporativos a la biodiversidad. El fracaso reciente de la Cumbre del Clima en lograr compromisos significativos abordar, por ejemplo, las asombrosamente altas emisiones causadas por la ganadería insostenible, muestra una vez más que la formulación de las políticas internacionales está secuestrada por corporaciones, lo que bloquea los avances. 

Los incentivos perversos provocados por el apoyo del sector privado a las instituciones públicas son aún más fuertes cuando se trata de esquemas de compensación dañinos. Tanto la biodiversidad como las compensaciones de carbono ya están generando cantidades significativas de fondos para la conservación, mientras que los resultados de la COP27 relacionados con los mercados de compensación de carbono ofrecen muy pocas esperanzas de que los derechos de los pueblos indígenas, o la biodiversidad en sí misma, sean respetados en dichos mercados. Las compensaciones también crean incentivos perversos para conceder permisos o incluso subsidiar proyectos destructivos para garantizar la generación de una mayor financiación compensatoria. No es de extrañar que las ONG y los sujetos de derechos estén preocupados por las referencias en el borrador de los objetivos al incremento del financiamiento del sector privado a esquemas basados en el mercado, como las compensaciones de carbono y pagos por servicios ambientales, los cuales tienden a beneficiar principalmente a grandes terratenientes en detrimento de grupos que poseen derechos, como las mujeres y los pueblos indígenas. También se han propuesto términos como “mundo positivo para la naturaleza” y “soluciones basadas en la naturaleza” como parte de los esfuerzos para incorporar enfoques de compensación basados en el mercado. Las soluciones basadas en la naturaleza están causando controversias particulares, ya que su principal fuente de financiamiento proviene del mercado voluntario de compensación de carbono, al que se culpa de socavar el régimen climático.

#NoMásDeLoMismo

La política de biodiversidad está en una encrucijada. El escenario más aterrador de la COP15 no es solo un colapso de las negociaciones al estilo de Copenhague; la mayor amenaza es un Marco Mundial para la Diversidad Biológica negociado que respalde el enfoque de business as usual, es decir, acciones que benefician el desarrollo de negocios, como de costumbre. Esto permite que las corporaciones compren sus daños a través de esquemas de compensaciones que apoyan viejos fuertes de conservación, en lugar de las complejas pero a menudo mucho más exitosas iniciativas de conservación comunitaria que los pueblos indígenas, las mujeres y muchas comunidades locales están implementando en sus territorios. No es de extrañar que la Red Global de Jóvenes por la Biodiversidad se movilice a través del lema #StopTheSame, o #NoMásDeLoMismo.

Sin embargo, un resultado más prometedor aún es posible. Grandes movimientos de sujetos de derechos y otros observadores se están movilizando para exigir justicia para la biodiversidad y cambios transformadores reales. Un número cada vez mayor de países, especialmente en desarrollo, han estado apoyando los llamados de estos grupos para que se hagan referencias más fuertes a los derechos de indígenas y mujeres en el Marco Mundial para la Diversidad Biológica, así como regulaciones vinculantes para garantizar que los inversores, las corporaciones y los consumidores no causen daños a la biodiversidad. Asimismo, han rechazado los enfoques de compensación y han hecho un llamado a que se adopte un régimen pos 2022 más equitativo, el cual incluya un trato justo para compartir los beneficios no solo de los recursos genéticos, sino también de la  información de secuencia digital asociada. Solo se puede esperar que los países y los bloques regionales que se perfilan como mediadores en las negociaciones sobre biodiversidad escuchen y comprendan la necesidad de que prevalezca un nuevo paradigma de conservación de la biodiversidad en los oscuros días previos a Navidad.

 

Fuente: https://www.boell.de/en/2022/11/25/cbd-cop15-biodiversitys-paris-or-copenhagen

28 nov., 2022
Posted in Bosques y Cambio Climático, UNFCCC, Noticias