No son bosques: El Fondo Arbaro y las plantaciones de monocultivos de árboles en Paraguay
Con el apoyo financiero del Fondo Verde para el Clima (GCF por sus siglas en inglés), el Fondo Arbaro se propone invertir en 75.000ha de plantaciones de monocultivos de árboles en siete países como una solución de ‘mitigación climática’. El Fondo Arbaro ya tiene tres inversiones en empresas de plantaciones, dos en Paraguay, y una en Ghana y Sierra Leona. Este estudio de caso se basa en una investigación de Omar T. Yampey, investigador del Centro de Estudios Heñoi, sobre Forestal Apepu y Forestal San Pedro en Paraguay, y los graves impactos que la expansión de las plantaciones de monocultivos de eucalipto está teniendo en las comunidades campesinas.
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No son bosques: El Fondo Arbaro y los monocultivos de árboles en el Paraguay
Como en otros países de América del Sur, las plantaciones forestales han crecido de forma considerable en Paraguay durante las últimas décadas. Esto ha tenido impactos sobre la biodiversidad, el ciclo del agua,nutrientes y el suelo, así como sobre la salud y el bienestar de las comunidades, que han sido ampliamente documentados. Las plantaciones de monocultivos de árboles se consideran “rentables y sostenibles”, pero son claramente perjudiciales para los ecosistemas, ya que reducen la diversidad a una sola especie. Por el contrario, los bosques nativos son sistemas complejos autoregenerativos que abarcan una multiplicidad de elementos biodiversos.
En el Paraguay, desde el 2018, el presidente Mario Abdo ha promovido las inversiones en el sector forestal, incluido a través de la creación de una línea de crédito para el sector forestal otorgada a través del Banco Nacional de Fomento, la promulgación de la Ley 6616/20 de apertura al mercado internacional para la exportación de madera de plantaciones de especies exóticas, y la aprobación de una planta de celulosa de la empresa PARACEL. Este proceso está acompañado de un intenso lobby del sector privado representado principalmente por la Federación Paraguaya de Madereros (FEPAMA), quienes en consonancia con las instituciones del Estado, vienen repitiendo el mantra de la rentabilidad de la plantación de eucaliptos que según argumentan generaría mano de obra y riquezas para el país con sostenibilidad ambiental. Sin embargo, los residentes locales dicen lo contrario, así como en el caso de la comunidad indígena Qom, quienes vienen resistiendo el acaparamiento de sus tierras para el cultivo de eucaliptos.
Actualmente, la principal demanda industrial de biomasa en Paraguay es la producción de carbón vegetal para el secado de granos. Paraguay es el cuarto mayor exportador de soja del mundo, y secar la soja antes de almacenarla requiere más de 500,000 toneladas de madera a ser quemada cada año. Se requiere una cantidad similar para secar trigo, maíz y otros granos. Otra conexión que existe entre la agroindustria y el eucalipto es el hecho de que en la parte oriental del país estas plantaciones están reemplazando los pastos para ganado y los monocultivos industriales de soja, o se están incorporando a sistemas silvopastoriles. En cualquier caso, la tierra está atada en el largo plazo a otro uso del suelo no sostenible y ecológicamente dañino.
Otro consumidor importante de madera y carbón vegetal en Paraguay es la empresa acerera ACEPAR, que utiliza alrededor de 600,000 toneladas de madera al año. La demanda futura de madera de la planta de celulosa PARACEL también requerirá grandes áreas nuevas de plantaciones de eucalipto. Estos consumidores industriales significan que la madera en las plantaciones de Paraguay probablemente esté destinada a convertirse en carbón para la quema o en productos de papel de corta duración.
Inversiones del Arbaro Fund en Paraguay con el apoyo del Fondo Verde para el Clima
El Fondo Verde para el Clima (GCF, por sus siglas en inglés), el mecanismo de financiación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, ha aprobado aproximadamente USD 102.000.000 a cuatro proyectos en Paraguay hasta la fecha. Esto incluye la firma en 2020 de un controvertido acuerdo de capital de USD 25.000.000 con el fondo de capital privado Arbaro Fund, con sede en Alemania, para apoyar sus planes para crear 75.000 hectáreas de nuevas plantaciones de árboles en siete países en América Latina y África subsahariana. El Arbaro Fund fue creado por dos empresas alemanas, la sociedad de consultoría privada UNIQUE Forestry y Land Use Gmbh, y la empresa gestora de inversiones Finance in Motion.
Una Carta Abierta a la Junta Directiva del GCF firmada por 234 organizaciones de varios continentes cuestionaron tajantemente la propuesta de financiación por parte de Arbaro Fund al GCF teniendo en cuenta las experiencias históricas de fracasos y destrucción de ecosistemas y comunidades en distintos países. Criticaron el proyecto de plantaciones comerciales de monocultivos de árboles por razones sociales, económicas y ecológicas, afirmando que estas no traen beneficios a las comunidades y causan conflictos por la tierra, solo crean trabajos temporales y mal pagados, y que son “un desastre ecológico” debido a varios factores, incluidos el uso indiscriminado de químicos fertilizantes y agrotóxicos que contaminan los suelos y el agua. Otro impacto importante es el estrés hidrológico, particularmente en un país como Paraguay, donde el cambio climático está causando sequías tanto como inundaciones debido a cambios en los patrones de lluvias.
Las organizaciones también denunciaron que el objetivo de capturar 20 millones de toneladas de carbono planteado por Arbaro es un contrasentido dado que las plantaciones implican el “desbroce de tierras antes de plantar y el desplazamiento del antiguo uso de la tierra hacia áreas forestales, una pérdida de carbono del suelo y productividad a lo largo del tiempo debido a la erosión y el agotamiento de nutrientes, y el hecho de que una significativa proporción de la madera se queme como carbón vegetal o biomasa, o en incendios forestales que se vuelven más intensivos y extensivos debido a grandes áreas de plantación”. Numerosos artículos científicos basados en la investigación en América del Sur también han refutado la idea de que las plantaciones de monocultivos de árboles son sumideros de carbono efectivos (ver por ejemplo aquí y aquí).
Las dos inversiones de Arbaro en Paraguay son la empresa Forestal Apepu y la Forestal San Pedro, y sus planes de expansión fueron aprobados por el comité de inversiones de Arbaro en diciembre de 2020. Arbaro es propietario de Forestal Apepu desde 2019 y la empresa dedicará una superficie de 6.059 hectáreas a plantaciones de eucalipto en áreas previamente utilizadas para la ganadería y la agricultura comercial en el Departamento de San Pedro, que tiene entre los mayores índices de deforestación de la región Oriental y presenta el mayor índice de pobreza y pobreza extrema a nivel nacional (43,7% y 10%, respectivamente). En 2021, Arbaro establece la Forestal San Pedro, que maneja 6.270 hectáreas de plantaciones de eucalipto, con planes para establecer otras 1.730 hectáreas en tierras arrendadas, principalmente en el Departamento de San Pedro. Algunas de las plantaciones son silvopastoriles, donde la siembra de árboles se combina con la ganadería.
Unique y el sector de la ganadería intensivaEl cofundador y copropietario de Arbaro, UNIQUE Forestry, tiene inversiones a gran escala en Paraguay a través de PAYCO Forestry, que utiliza plantaciones de eucalipto para apoyar la intensificación de la producción ganadera altamente insostenible (en parte mediante la venta de créditos de carbono) y produce leña, que se utiliza para secar otro producto de PAYCO: la soja genéticamente modificada. También se han registrado conflictos violentos por la tierra con los Pueblos Indígenas y las comunidades campesinas por las operaciones de PAYCO.
Historias de impactos desde las comunidades
Los impactos socioambientales locales de los monocultivos de eucalipto fueron investigados por el Centro de Estudios Heñoi mediante un trabajo de campo que se llevó a cabo en mayo de 2021. Se realizaron entrevistas y diálogos semiestructurados con siete hombres y cinco mujeres residentes de las comunidades campesinas e indígenas en las áreas alrededor de las plantaciones de las Forestales Apepu y San Pedro, todas en el departamento de San Pedro. Se acordó el criterio de anonimato para proteger la identidad de las personas entrevistadas.
El trabajo de campo demostró que, mientras que las empresas se instalaron en el territorio con las promesas de crear empleos y fomentar el desarrollo socioeconómico, y a la vez secuestrar dióxido de carbono y proteger los bosques naturales, en la realidad, el agronegocio ha tenido un impacto negativo fuerte y acelerado. Requieren de grandes extensiones de tierra para alcanzar su rentabilidad monetaria, desplazando a las comunidades de sus territorios y medios de vida tradicionales y/o asimilándolas como fuerza de trabajo temporal en condiciones precarizadas. Un poblador cerca de la Estancia Apepu lamentó, “Y ahora entró el eucalipto, y ellos dicen que eso va dar provecho, pero al contrario acá no hay ni un beneficiado, nada de beneficio para los pobres ni para la comunidad. Dicen que van a hacer crecer a la comunidad, pero solo es perjuicio, en vez de ayudar quieren quedarse con nuestras tierras”.
Las empresas también están inmersas en conflictos territoriales activos con los residentes locales. Con el apoyo de la Federación Nacional Campesina, una familia está tratando de evitar la siembra de eucaliptos por Forestal Apepu en diez hectáreas de su tierra pese al hecho de que la familia tiene el título legal. Por su parte, Forestal San Pedro está tratando de reclamar una gran superficie para la siembra que actualmente no tiene propietario pero que ha sido ocupada tradicionalmente por las comunidades campesinas. Las pobladoras relatan: “tiene muchas comunidades adentro. Acá lo que no hay título. …estamos nomás acá, no podemos decir que es nuestro, porque no tenemos los documentos que prueben que nos pertenece”.
Los y las pobladores subrayaron cómo los problemas de inseguridad en la tenencia de tierra se suman y las dificultades económicas que enfrentan. Un poblador contó que “Antes había más gente acá, esto todo era población. Y se fueron todos ellos, donde están las plantaciones. Antes pues no se tenía título y con un poco de plata ya se le compraba a la gente. Antes era más grande la comunidad, ahora está todo ocupado. Son muchos los que se fueron, vendieron por un poco de plata, o a cambio de una vaca, y así”.
Las plantaciones de monocultivos también han creado una ruptura en la economía campesina local. Otro elemento que se fue replicando en los relatos, es que las condiciones de la producción agrícola tradicional, las dificultades para la comercialización y la falta de regulación en los precios, hace que la economía local se vaya desestructurando. Las empresas se aprovechan de esto, y se instala en el imaginario de los y las productores la plantación del monocultivo de eucalipto como una oportunidad para mejorar sus ingresos, a veces a través de agricultura por contrato o los esquemas “outgrower” en que los pequeños productores plantan eucaliptos en sus propios terrenos para venderlos a la empresa. De esto da cuenta una antigua pobladora: “Las empresas grandes te rodean, quedan a tu alrededor, y si plantas mandioca ya no sirve, y ahí vienen y te dicen que te van a comprar, te van acorralando. Y con plata le hacen correr al campesinado”. Agrega un joven productor: “Afecta en la producción porque lo que se planta ya no es rentable, porque ellos dicen que solo el eucalipto es de provecho, y nosotros los pobres ya no podemos vender más nada”.
En relación con los empleos, un operario de la estancia principal de Apepu relató que trabajan allí un total de 56 personas. Esto sería un promedio de un empleado por 32 hectáreas, mientras que las fincas de las familias campesinas tienen un tamaño promedio de diez hectáreas. De los 56 trabajadores, diez están asignados a la tarea de fumigación, quienes trabajan a diario. Todos los trabajadores de la estancia son hombres a excepción de una ingeniera que es mujer. Además, las entrevistas con pobladores han dejado en evidencia que por parte de las empresas forestales no brindan ninguna oportunidad a las mujeres y que la gran mayoría del poco trabajo que ofrecen es para los hombres. Una pobladora contó que, “El año pasado fueron liquidados los personales porque dijeron que se acabó el trabajo… Algunos eran de la comunidad, pero la mayoría del otro lado. Para decir de verdad es que nunca nos ayudaron”.
Otro tema relevante que surgió ha sido los mecanismos que utilizan las estancias para infiltrarse en las comunidades y dividirlas. Estos incluyen pagar a ciertos residentes para convencer a otros que abandonen sus tierras y cooptación de los líderes comunitarios, por ejemplo con ofertas de trabajo para sus familiares. Así se aprovechan de las condiciones de precariedad y crisis que atraviesan las comunidades para continuar produciendo y reproduciendo su estilo de vida. En ese sentido, uno de los pobladores sentenció “esto es para generar conflicto entre los pobres”.
A lo largo del proceso de trabajo de campo, mujeres, jóvenes y adultas,expresaron su punto de vista sobre la situación de la crisis actual, los problemas de la tierra y las dificultades para la producción y comercialización, y coincide con los expresado por los hombres. Una entrevistada explicó: “Sola no se puede resistir, hay que juntarse. Y de acá al futuro, es como dijo mi sobrino, vamos a tener que esperar y defender lo que nos pertenece, vamos a encontrar la manera, porque tenemos nuestro título y eso no puede caducar. Hace años que estamos acá y además tenemos nuestro título”.
En los alrededores de las plantaciones de la Forestal Apepu, se nota la ausencia total de sonido ambiente, hecho que sugiere su impacto medioambiental. Según un poblador, “No hay nada, ni pájaros no bajan… silencio, no se halla nada acá… Ni un bichito no hay. En otros lados, donde están nuestros árboles nativos, vuelan los pajaritos, se alegran; sin embargo, acá no, silencio total”. Otro poblador explica que, “Antes había casas acá, y para plantar la soja se envenenaron los pozos de agua, destruyeron todo y contaminaron todo, y ahora hay plantaciones de eucalipto”.
Conclusión: Las plantaciones de árboles no son una solución climática
En la actualidad Paraguay asiste a la imposición de un modelo de negocio forestal que refuerza las desigualdades en cuanto al acceso a recursos y derechos de la mayoría de la población y reproduce los privilegios de unos pocos del sector forestal y del agronegocio. Este modelo se caracteriza por la demanda de grandes superficies de tierra, y por la adhesión del Presidente paraguayo para promover y estimular el negocio a cualquier precio. También ha causado importantes conflictos con las comunidades locales, fundamentalmente por los impactos socioambientales, obligándolas a resistir su expansión.
Ahora se observa una territorialización asfixiante de las plantaciones de eucalipto sobre las comunidades que va rodeando, generando unos pocos empleos precarios y peligrosos, y con la anexión a la lógica del negocio forestal a las fincas campesinas con el esquema de agricultura por contrato. Esto fractura la dinámica del campesinado, sus tradiciones y su cultura productiva y de trabajo, lo que debilita su soberanía alimentaria y sus capacidades comunitarias para una vida digna.
La novedad de las inversiones de Arbaro es que el acaparamiento de tierra y las oportunidades de negocio ahora se presentan con un discurso de “restauración forestal” y “mitigación del cambio climático”, y que cuentan con el financiamiento climático público e internacional. Con el apoyo del Fondo Verde para el Clima, Arbaro pronto se enfocará en nueve inversiones adicionales en plantaciones comerciales de árboles, además de las dos en Paraguay y una en Ghana y Sierra Leona. Esta investigación debería servir como una fuerte advertencia al Fondo Verde para el Clima de que las inversiones en monocultivos de árboles no son una estrategia viable para eliminar el carbono de la atmósfera y que debería rechazar otras propuestas de proyectos de esta índole del Arbaro Fund.