La Cumbre de Biodiversidad escuchará las voces de las Mujeres Indígenas o a las Corporaciones?
La Cumbre de Biodiversidad escuchará las voces de las Mujeres Indígenas o a las Corporaciones?
Las mujeres indígenas llevan mucho tiempo al frente del movimiento mundial por los derechos a la tierra y el territorio.
Por Juana Vera-Delgado y Chithira Vijayakumar
22 octubre 2024 – La COP16, Cumbre Mundial de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad, se celebra en Cali (Colombia) del 21 de octubre al 1 de noviembre. Esta cumbre tiene una tarea crucial: establecer políticas y acciones para revertir las alarmantes tendencias de pérdida de biodiversidad y extinción de especies provocadas por las actividades humanas. Los líderes mundiales que asistan tienen la tarea de garantizar que los acuerdos se ajusten a los objetivos del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB): «la conservación de la diversidad biológica; la utilización sostenible de los componentes de la diversidad biológica; y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos». Estos acuerdos también deben amplificar las voces de todas las partes interesadas, en particular de los Pueblos Indígenas, las comunidades locales y los pueblos del Sur Global, traduciendo sus experiencias y puntos de vista en acciones inclusivas para combatir la pérdida de biodiversidad.
El gobierno colombiano, país anfitrión de la cumbre -que ostenta el dudoso honor de tener el mayor número de activistas medioambientales asesinados en un año desde 2012-, ha lanzado un llamado para comprometerse con la «Paz con la Naturaleza» avanzando hacia un modelo económico que no priorice la extracción, la sobreexplotación y la contaminación de la naturaleza. En línea con este objetivo, el actual gobierno también ha impulsado la aprobación del Plan de Trabajo para los Pueblos Indígenas y Comunidades Locales, que reconozcan a los pueblos indígenas como los principales custodios de la diversidad biológica. Pero, ¿cómo están respondiendo los Pueblos Indígenas, especialmente las mujeres indígenas, a este llamamiento fundamental, y qué mensajes y preocupaciones críticas llevarán a la cumbre?
Las mujeres indígenas como guardianas de la conservación de la biodiversidad
Las voces y preocupaciones de las mujeres indígenas son especialmente críticas por dos razones: En primer lugar, son las principales guardianas de la biodiversidad y los ecosistemas de sus territorios, desde ríos y lagunas hasta semillas y vida silvestre. De hecho, los Pueblos Indígenas salvaguardan el 80% de la biodiversidad que queda en el mundo, y las mujeres indígenas llevan mucho tiempo al frente del movimiento popular por los derechos a la tierra y al territorio en todo el mundo.
En segundo lugar, las mujeres indígenas se han resistido sistemáticamente a la subyugación y la hegemonía del colonialismo. En el panorama actual del capitalismo depredador y patriarcal de última generación, los Pueblos Indígenas -en particular las mujeres indígenas- siguen siendo los principales objetivos de la explotación y la marginación sistémicas. Sin embargo, como afirma Ruth Chaparro, subdirectora de la Fundación Caminos de Identidad, una organización que protege los derechos de las comunidades indígenas de toda Colombia, «las mujeres indígenas han sido violadas, invisibilizadas, pero nunca han sido derrotadas».
En un reciente diálogo virtual celebrado con mujeres líderes de Bolivia, Ecuador, India y Kenia, con motivo del Día Internacional de las Mujeres Indígenas (el 5 de septiembre), escuchan este poderoso mensaje: Cuidar la biodiversidad es sinónimo de cuidar la vida misma. Las lideresas hicieron hincapié en las conexiones vitales que existen entre los ecosistemas que nos sustentan – bosques, ríos, humedales, montañas, y la diversa flora y fauna que albergan. Como señaló Wilma Mendoza, del pueblo Mosetén, presidenta de la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de Bolivia: «La biodiversidad es nuestra casa común». Este sentimiento refleja un entendimiento compartido de que nuestro territorio y nuestro planeta están inextricablemente ligados a la salud de estos ecosistemas.
En el noreste de la India, Mayal Lepcha, una representante del pueblo Lepcha y de la Asociación Tribal Indígena Lepcha de Sikkim, habló de la resistencia de su comunidad a un proyecto de presa hidroeléctrica en el río Teesta. Para el pueblo Lepcha, este río no es sólo una vía fluvial; es un salvavidas íntimamente ligado a su identidad cultural y a su supervivencia. «No se puede vender nuestra agua porque no se puede vender nuestra identidad», dijo, subrayando la profunda conexión entre sus tierras ancestrales y su patrimonio.
Al otro lado del mundo, en Kenia, Agnes Leina, vicepresidenta y coordinadora de género del Comité Coordinador de los Pueblos Indígenas de África, planteó preocupaciones similares. Denunció la privatización de los ecosistemas de sabana (para el establecimiento de las zonas protegidas), que ha provocado el desplazamiento de las comunidades indígenas que han cuidado estas tierras durante generaciones. Estas comunidades desempeñan un papel crucial en el mantenimiento de la salud de sus entornos, pero sus voces siguen marginadas en los debates que afectan a sus vidas y medios de subsistencia.
La lucha más amplia contra las políticas estatales perjudiciales persiste desde hace décadas. Mendoza arrojó luz sobre el impacto negativo de las normativas impuestas a la gestión de la tierra para promover las actividades extractivas (petróleo, minería y agroindustria), que alteran el equilibrio ecológico y ponen en peligro las fuentes esenciales de agua y la biodiversidad. La actual devastación de la Amazonia en Abya Yala por los incendios forestales es un fuerte recordatorio de las consecuencias de descuidar la administración indígena. Esta crisis subraya la urgente necesidad de respetar y reconocer el conocimiento indígena en la lucha por la justicia medioambiental, ya que ofrece una visión de las prácticas que benefician tanto a las comunidades como a los ecosistemas.
Visiones contrapuestas
Esta visión articulada por las mujeres indígenas contrasta fuertemente con la visión de los gobiernos, los científicos y los agronegocios. Bajo el pretexto de la conservación de la biodiversidad e incluso del bienestar de los Pueblos Indígenas, se sabe que las grandes empresas abogan en espacios como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático por falsas soluciones como la REDD++, las compensaciones de carbono y biodiversidad y el establecimiento de zonas protegidas que excluyen a sus guardianes originales. Estas llamadas «soluciones» también incluyen megaproyectos de desarrollo hidroeléctrico y de regadío, bioeconomía y la tan cacareada transición energética «limpia».
En este contexto, la eficacia de las negociaciones internacionales sobre el clima y la biodiversidad parece cada vez más sombría. Las anteriores cumbres de la ONU han estado plagadas de grupos lobbistas que promueven políticas destructivas que socavan la naturaleza y los territorios indígenas. Estas reuniones se han convertido, en muchos sentidos, en escenarios para que el gran capital consolide sus intereses, mientras que los gobiernos a menudo ignoran los efectos destructivos del capitalismo depredador. A pesar de las urgentes crisis medioambientales, los problemas sistémicos siguen básicamente sin abordarse, lo que deja pocas esperanzas de que se produzcan verdaderos avances hacia la salvaguarda de la biodiversidad y de la vida misma.
Demandas claras en la COP
En un mundo cada vez más dominado por el colonialismo extractivista patriarcal, la resistencia, las acciones colectivas y las victorias de las comunidades indígenas ofrecen un faro de esperanza. Para quienes participamos en los movimientos ecofeministas, ecologistas, de derechos humanos y de justicia climática, es urgente centrar nuestras luchas en la defensa de la vida y los territorios. Escuchar las voces de las guardianes de la naturaleza es crucial para evitar que la pérdida de biodiversidad alcance un punto de no retorno.
En primer lugar, los beneficios derivados de la financiación de la biodiversidad deben ir directamente a las comunidades indígenas. Se han dado casos preocupantes, como el proyecto de de la Unión Europea para la restauración de manglares en Senegal, en el que las comunidades locales sólo recibieron el 5,2% de un presupuesto de 4,4 millones de dólares. Esto pone de manifiesto la necesidad de transparencia y asignación directa de los recursos.
En segundo lugar, los conocimientos y el liderazgo de las mujeres indígenas deben ser reconocidos en los procesos de toma de decisiones. Si bien el artículo 8(j) del Convenio sobre la Diversidad Biológica aborda esta cuestión, es crucial que las buenas intenciones se traduzcan en instrumentos jurídicos y acciones nacionales claras y no en meras palabras, como se ha visto con el retraso en la aplicación del Protocolo de Nagoya. Este último acuerdo tiene el objetivo es compartir los beneficios derivados de la recursos genéticos de una manera justa y equitativa.
En tercer lugar, el respeto del consentimiento previo, libre, e informado (CPLI) es esencial, y las violaciones de este derecho deberían penalizarse para proteger la autonomía indígena. El CPLI, principio jurídico reconocido en diversos marcos internacionales, incluida la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, garantiza a los Pueblos Indígenas el derecho a tomar decisiones sobre proyectos que afecten a sus tierras y recursos, basándose en información completa y sin coacción.
En cuarto lugar, es vital reconocer las estructuras de gobierno y las prácticas de gestión colectiva de las comunidades indígenas. Estos marcos suelen derivarse de una cosmovisión que considera a los elementos de la naturaleza como entidades vivas con derechos inherentes.
La COP16 debe reconocer y elevar los derechos de las mujeres y las jóvenes como líderes claves, junto con los Pueblos Indígenas y las comunidades locales, en tres áreas críticas: la comunicación, la educación y la concienciación pública. Esto incluye el desarrollo de estrategias de comunicación inclusivas e interculturales que integren las perspectivas indígenas y de género en la educación pública y en los programas de capacitación, además del lanzamiento de campañas de concienciación pública que destacan el liderazgo femenino en la protección de la biodiversidad, lo que es esencial para impulsar un cambio transformador.
Los gobiernos locales deberían trabajar con los líderes indígenas para desarrollar propuestas de gestión de recursos, reconociendo la profundidad y el valor de los sistemas de conocimiento tradicionales indígenas. Sin embargo, a muchas comunidades indígenas, como los adivasi de la India, les puede resultar difícil concebir la colaboración con un Estado que ejerce habitualmente la violencia contra ellos. Establecer una relación de colaboración significativa en estos contextos exige un cambio fundamental en el comportamiento del Estado, que haga hincapié en el respeto genuino de los derechos indígenas y en el compromiso de poner fin a la violencia y la discriminación.
Estas preocupaciones reflejan las experiencias vividas por mujeres lideresas indígenas que deben ser escuchadas en los espacios de las cumbres de biodiversidad y cambio climático, así como en espacios alternativos como la Marcha Mundial de los Pueblos en Defensa de la Madre Tierra, la Marcha Mundial de las Mujeres y la COP Divergente, que aboga por soluciones lideradas por las comunidades. Muchas de estas iniciativas estarán presentes en la COP16, organizando protestas y expresando su oposición a la actual mercantilización de la naturaleza. Además, otras iniciativas se centran en crear espacios externos y democráticos para abordar estos retos. Sus luchas no se limitan a preservar la biodiversidad, sino que encarnan un profundo compromiso con un futuro más justo y libre para todos.
Originalmente publicado en inglés en Truthout