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Cobertura Forestal 67: ¿La tierra de quién, los bosques de quién? Los impactos de género y las raíces coloniales de las industrias extractivistas

Cobertura Forestal 67: ¿La tierra de quién, los bosques de quién? Los impactos de género y las raíces coloniales de las industrias extractivistas

Este número de Cobertura Forestal, titulado ¿La tierra de quién, los bosques de quién? recoge el daño que proyectos extractivistas como la minería y las plantaciones de monocultivos de árboles están causando en comunidades de África y Asia y establece las conexiones entre el colonialismo, el capitalismo y el patriarcado.

Producida por la campaña de la Coalición Mundial por los Bosques sobre Industrias Extractivas, Turismo e Infraestructura (ETI), esta publicación incluye seis estudios de caso basados en investigaciones sobre el terreno realizadas por varias de nuestras organizaciones miembros en países muy diferentes. Pero tienen un problema común: los ecosistemas y paisajes forestales que han sido importantes durante mucho tiempo para las comunidades indígenas y locales están amenazados por las actividades extractivas de las empresas, a menudo con el apoyo de los gobiernos, que anteponen los beneficios a las prioridades locales y amenazan el medio ambiente y el tejido social.

En este número de Cobertura Forestal se plantean las siguientes preguntas: ¿Qué es valioso y para quién? ¿De quién es la tierra y los bosques que están en juego? ¿Cómo surgió este sistema y cuáles son sus consecuencias concretas en la actualidad, sobre todo en lo que respecta al género?

El marco teórico y conceptual de este número se expone en la introducción, que define el extractivismo y ofrece un análisis de sus orígenes. También se describe la perspectiva feminista que adoptamos sobre la cuestión del extractivismo y que inspiró la investigación. Se incluyen seis estudios de caso que relatan proyectos extractivistas en India, Armenia, Kirguistán, Ghana, Liberia y la República Democrática del Congo. La conclusión reúne las distintas vertientes de estos ejemplos concretos de extractivismo y sus repercusiones en las mujeres y las comunidades, y presenta un análisis crítico de este sistema, por el que los que menos se benefician de los flujos capitalistas globales tienen que hacer los mayores sacrificios.

En un contexto de pérdida récord de bosques, con una crisis climática y de biodiversidad que requiere medidas urgentes, es esencial mirar lo global y lo local en conjunto y examinar realmente qué soluciones existen si escuchamos las perspectivas y los conocimientos locales.

Lea el texto completo a continuación o descargue el informe en inglés, francés y español utilizando los enlaces aquí:

 

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Cobertura Forestal 67: ¿La tierra de quién, los bosques de quién? Los impactos de género y las raíces coloniales de las industrias extractivistas

Contenido

  • Introducción
  • Armenia: “Nuestra agua es nuestro oro”: Jermuk protesta contra proyecto minero que destruye su ciudad en Armenia
  • Ghana: “Soy el hombre, tienes que escucharme”: Cómo la minería industrial y artesanal profundiza las desigualdades de género en Ghana
  • India: La gente de los bosques necesita árboles, no carbón: las repercusiones de la minería en la biodiversidad en Hasdeo Arand, India
  • Kyrgyzstan: “Al extraer el oro perdemos algo más valioso”: Preservar el patrimonio natural de Kassan-Sai en Kirguistán
  • Liberia: Monocultivos agroindustriales como forma de extractivismo: palma aceitera en Liberia
  • DRC: Violencia contra la mujer, trabajo infantil forzado: las realidades de la minería industrial en la RDC
  • Conclusión: Fortalecimiento del patriarcado y de la pobreza: el papel del extractivismo en la destrucción de los ecosistemas forestales

Introducción

Por Allie Constantine

El día que creamos que los árboles, los animales y todas las cosas tienen un espíritu, empezaremos a respetar la naturaleza. Si no llegamos a esta conclusión, si seguimos pensando que los árboles solo tienen un valor económico, vamos a acabar con la Madre Tierra. 

(Faustino Alba)

A nivel mundial, la cubierta forestal está disminuyendo cada año, lo que significa que las vidas y las historias de las personas, que llaman hogar a estos lugares, también están cada vez más en riesgo. Los bosques están entrelazados con las formas de vida, los conocimientos, las identidades y las culturas de las personas que los han nutrido simbióticamente desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, estos lugares están repletos por impulsos incesantes de “crecimiento” vinculados a proyectos de “desarrollo” y “progreso” a través de la extracción de recursos. El término ‘recurso’ en sí mismo extrae toda la vida de estos sistemas vivos y los transforma en cosas consumibles: el árbol se convierte en pulpa para papel, los antiguos depósitos formados durante milenios se convierten en caminos para la continuación de más industria, y así sucesivamente. 

Junto con la destrucción de la biodiversidad y la vida en la tierra, las industrias extractivas dañan las estructuras sociales y los sistemas de conocimientos. Los ríos y las fuentes de agua dulce, consideradas como parientes cercanos en  muchas comunidades (porque el agua es vida, y es vista como los orígenes de los ancestros) son irreversiblemente envenenados por la escorrentía química industrial. Se destruyen o desplazan las plantas y animales que han evolucionado para coexistir con los bosques y las comunidades circundantes, dejando un suelo desprovisto de los minerales necesarios para la vida vegetal. A menudo, las tierras económicamente más valiosas son las primeras que se utilizan y destruyen, dejando las tierras menos “valiosas” para las comunidades marginadas. Debido a la marginación económica y el desplazamiento forzado, las comunidades que residen en estos lugares a menudo dependen de relaciones no económicas con estos lugares, como los bosques, para sobrevivir. Estas relaciones no económicas incluyen la recolección de madera, frutas, semillas, plantas medicinales, etc. Usualmente las mujeres son las que se dedican a estas actividades no ‘económicas’, por lo que ellas son las que son afectadas de manera desproporcionada. 

Además, a medida que el extractivismo usa los recursos de los territorios  y los vuelve inhabitables, se traslada al siguiente lugar para usarlo, dejando menos sitios habitables de manera segura. Las mujeres y las personas de género diverso, que con frecuencia son las guardianas del conocimiento de sus comunidades, a menudo deben abandonar sus hogares ancestrales para mantener con vida a sus familias, arriesgándose a perder historias generacionales que están interconectadas con el territorio. Con frecuencia se asesinan a las mujeres y personas de géneros marginados que defienden sus hogares, y arriesgan sus vidas en la primera línea de la protección ambiental por un planeta habitable para todos. Además, la violencia derivada de la industria extractiva afecta de manera desproporcionada a las mujeres y activistas indígenas, que ya son vulnerables a causa de las desigualdades sistémicas. 

En última instancia, todos los seres dependen de los bosques y la diversidad forestal para la continuación de la vida en la Tierra. A pesar de que el Objetivo de Desarrollo Sostenible 15 de la ONU describe la necesidad de proteger y restaurar los ecosistemas terrestres y los bosques, así como la de detener y revertir la degradación de la tierra y la pérdida de la biodiversidad, el extractivismo y la pérdida de bosques continúan. Los bosques albergan la mayor parte de la biodiversidad  del planeta y, si bien la deforestación se está desacelerando un poco, la cubierta forestal sigue disminuyendo a un ritmo acelerado a pesar del avance del conocimiento sobre la importancia de la biodiversidad en la mitigación del cambio climático. Además, la mayoría de los sistemas extractivistas agotan los recursos forestales, ya sea directa o indirectamente, lo que significa que, a medida que los humanos continúen extrayendo estos recursos, los bosques seguirán viéndose afectados. Pero la terminología “verde” y “sostenible”, que está aumentando en los últimos años, engaña a la gente y no refleja la rápida disminución de la cubierta verde de las tierras que minan y que vuelven inhabitables para estas “soluciones”. 

Las comunidades indígenas, la mayoría de las cuales viven en o cerca de los bosques y áreas rurales, administran aproximadamente el 80 % de la biodiversidad del mundo. Por el contrario, la mayor amenaza para la biodiversidad es el extractivismo, que incluye: la minería, las plantaciones de monocultivos forestales, la exploración/explotación de petróleo y gas y los monocultivos agrícolas a gran escala. Quienes se ven directamente afectados por los efectos perjudiciales del extractivismo y el cambio climático son las comunidades del Mundo Mayoritario, las mujeres y las personas con diversidad de género, y quienes están excluidos de los procesos de toma de decisiones globales y locales. Los estudios de caso presentados aquí muestran que con frecuencia no hay una consulta justa con estas comunidades, -si es que hay alguna-, más bien, el extractivismo crea divisiones inter e intra comunitarias  a partir de la falsa promesa de prosperidad. 

Este reporte, elaborado en colaboración con las campañas de Justicia de Género y Bosques e Industrias Extractivas, Turismo e Infraestructura de la Coalición Mundial por los Bosques (GFC), como parte de nuestras contribuciones a Green Livelihood Alliance (GLA), destaca las voces de los más afectados/as por los procesos extractivistas. Esto incluye a aquellos/as que están protegiendo nuestro planeta para el ahora y  las generaciones futuras, y cuyos relatos ilustran los impactos de género del extractivismo en los ecosistemas forestales y los medios de vida de las personas que dependen de ellos. El objetivo del reporte es analizar el extractivismo a través de una mirada feminista y examinar las repercusiones de las industrias extractivas en los diferentes géneros dentro de las comunidades forestales y los grupos dependientes de los bosques. 

Enfoque y Metodología 

Dado que los grupos que enfrentan los efectos más directos e inmediatos del extractivismo a menudo también están sistemáticamente excluidos de los procesos de toma de decisiones, y dada la falta de información feminista basada en las experiencias de las comunidades sobre la degradación ambiental, esta publicación se propone abordar estos problemas mediante la adopción de una mirada feminista basado en la interseccionalidad, comprometida en el proceso de la co-creación y no jerarquización del conocimiento. 

La GFC adopta además una perspectiva ecofeminista basada en la ecología política feminista (EPF) para explicar  cómo estas perspectivas exploran las conexiones entre la dominación opresiva de las “mujeres” y de la “naturaleza”, la que es vista como como  “femenina” y sagrada por los pueblos indígenas, pero degradada a cosa inerte, y por lo tanto ‘inferior’ por el extractivismo. Bajo esta lógica, la naturaleza puede ser utilizada y dominada; esta lógica se utiliza para discriminar a las mujeres y a las personas no-conformes al género, así como a quienes se desvían de la norma aceptable que se deriva de la blancura y la masculinidad europeas. Tanto las “mujeres” como la “naturaleza” son vistas como “menos que” los hombres y la industria y, por lo tanto, el sistema dominante ve una justificación para su explotación de ambas de manera similar. Además, el “género”, tal como se entiende en las culturas occidentales, fue en parte una importación colonial que se utilizó para destruir las cosmologías y comunidades indígenas con el fin de construir el Occidente “civilizado”. A través de la introducción de roles sociales “feminizados” y “masculinizados” y el rechazo violento de la desviación de estos roles de género binarios impuestos, el control de las mujeres y las personas de género diverso se extiende al extractivismo de muchas maneras. La EPF, por lo tanto, critica estos puntos de vista occidentales, patriarcales y coloniales (como suposiciones, distinciones y teorías). La EPF también ayuda a entender la  co-creación de alternativas y soluciones a tales puntos de vista patriarcales y se enfocan en la resistencia local a través de la construcción de alternativas basadas en lo local o en el territoriolugar.

Las mujeres, en toda su diversidad, especialmente las indígenas, niñas, niños, jóvenes y ancianos de las comunidades forestales, enfrentan los primeros y más severos efectos del extractivismo, y pocos de los beneficios. Sin embargo, aunque estas disparidades se reconocen cada vez más, a menudo no se implementan pautas consistentes de sensibilidad de género o evaluaciones de impacto. Además, las evaluaciones de los impactos diferenciados de la extracción a menudo involucran un lenguaje esencial y condescendiente, homogeneizando categorías como “mujeres” y “LGBTQI+”, o refiriéndose a las comunidades como víctimas pasivas. Si bien el término “mujeres” se usa a lo largo de este informe, reconocemos que es un término expansivo que abarca muchas experiencias diferentes e identidades que se entrecruzan. Cuando se usa solo “mujeres”, esto se debe a que los datos no especifican otros géneros; dado que estamos informando y trabajando con otras comunidades, queremos evitar completar información o hablar sobre dichas comunidades.

Es importante destacar que el enfoque interseccional en los informes de género explora cómo la desigualdad y la discriminación son parte de una intrincada red de daños que no puede separar el género de la raza, la clase, el origen étnico, la religión u otros. No se necesita un modelo de ‘complemento’, sino más bien uno que reconozca una perspectiva “multidimensional” y “multiescalar”. La GFC reconoce que el análisis de género debe ir acompañado de un cambio real que aborde los desequilibrios de poder y los estereotipos de género en múltiples niveles.

También reconocemos que la cooperación y la construcción conjunta de conocimientos son necesarias para facilitar el cambio. La co-construcción del conocimiento permite la coexistencia de diferentes disciplinas de investigación, formas no académicas de conocimiento, conocimiento local y experiencia vivida, y reconoce todo como necesario para facilitar el aprendizaje social y el intercambio.

Para esta edición de Forest Cover, los miembros de la GFC entrevistaron a comunidades que enfrentan procesos extractivos para examinar las diferencias de poder y analizar los efectos sobre las personas y el medio ambiente. El análisis de la literatura y la información cuantitativa secundaria se utilizan para respaldar las GFC y los informes de los encuestados.

Limitaciones

Se han encontrado limitaciones inevitables. En primer lugar, hay una falta de informes de género con respecto a las comunidades forestales en general, y las comunidades afectadas también enfrentan barreras sociales para compartir información. Esto incluye barreras culturales y socioeconómicas, violencia en diferentes niveles, desconfianza en las organizaciones y denuncias debido a errores históricos, factores geopolíticos y otros que pueden dificultar la respuesta de ciertos grupos. Además, los miembros de la GFC a veces no podían viajar a ciertas comunidades debido a problemas de seguridad, incluidas las inclemencias climáticas (fuertes lluvias) y las restricciones de viaje debido a la COVID-19. Intentamos abordar esto incluyendo un cuestionario culturalmente sensible a las comunidades para que puedan abordar y adaptar las preguntas de acuerdo a su realidad. 

¿Qué es el extractivismo?

El enfoque de este número es el extractivismo, que se refiere al proceso de extracción de grandes volúmenes de recursos naturales para uso de los mercados de exportación. Los sistemas extractivistas están inmersos en el capitalismo mundial tanto a nivel global como local y pueden ser de propiedad pública, privada o estatal. Además, el extractivismo es un proceso que ha sido creado y perpetuado por formas históricas y contemporáneas de colonización, y el concepto existe desde hace más de 500 años. Es parte de una intrincada red de mentalidades, discursos, prácticas y diferencias de poder que contribuye a la organización destructiva de la vida a través de la jerarquización, el agotamiento, la destrucción y la no reciprocidad. En otras palabras, el proceso de extracción no puede verse únicamente en su nivel básico de “extracción de recursos”, sino que debe verse a través de las jerarquías de poder que genera y perpetúa, incluso a través de la opresión de género y la colonización contínua de las tierras y territorios indígenas. El término abarca la colonización histórica (incluida la esclavitud) y el neocolonialismo, incluido el saqueo, la acumulación y la concentración de capital para algunos, y la devastación total y la pobreza para otros, todo lo cual ha influido en el desarrollo del capitalismo global

Históricamente, el extractivismo ha sido un medio para establecer poder y riqueza para ciertas naciones y grupos de personas, creando jerarquías sistémicas entre regiones geopolíticas y categorización entre personas por raza, género, clase, etnia, casta, etc. El extractivismo tiene un amplio alcance, que va desde la explotación masiva de recursos y personas hasta la colonización, el patriarcado y el capitalismo explotador (todos los cuales continúan hoy), hasta la destrucción de ecosistemas enteros para extraer materias primas, y hasta la profanación de los lugares sagrados de los grupos indígenas

A nivel mundial, existe una correlación entre la pobreza y la disponibilidad de recursos naturales: los países que dependen de las exportaciones de materias primas tienden a ser menos ricos. Las naciones que se han enfrentado directamente al colonialismo y se ven obligadas a continuar abasteciendo a los colonizadores anteriores y actuales a través de la acumulación de capital global son las más afectadas. Por ejemplo, con las numerosas operaciones mineras del Canadá colonial de los colonos en el extranjero (en África, por ejemplo) y dentro del propio Canadá, las empresas canadienses se benefician inmensamente, mientras que los países en los que operan, así como las comunidades indígenas a las que impactan dentro de Canadá, quedan en la pobreza extrema y sometidos a condiciones laborales y de vida atroces. Es importante destacar que todas las industrias extractivas tienen un impacto en los bosques y las comunidades forestales de alguna manera. Si bien la tala se considera con frecuencia como la que tiene el mayor impacto, la infraestructura extractiva de todas las formas afecta directa e indirectamente los ecosistemas forestales, así como a  las comunidades dentro y alrededor de los bosques. 

Con los procesos extractivistas, la violencia ocurre inevitablemente, y esta violencia afecta de manera desproporcionada y permanente a las mujeres y a las personas de género diverso de múltiples maneras. Esto se explorará más a fondo en los estudios de caso de este informe.

Como ya se mencionó, las mujeres y las personas de género diverso experimentan más violencia sexual, violencia doméstica y racismo con la introducción del extractivismo. Por ejemplo, los informes muestran que hay un aumento en la violencia sexual cuando las operaciones extractivistas se ubican cerca de comunidades remotas, específicamente en comunidades indígenas. Además, las masculinidades, que se forman a través del patriarcado y  la introducción violenta de roles de género coloniales ene las industrias extractivas, a menudo crean violencia dentro de las comunidades y aumentan el abuso subtancialmente. Las oportunidades de empleo que llegan a las comunidades separan a menudo las tareas por género, y el “trabajo duro” involucrado en el petróleo, la minería, la tala y más se asigna de manera desproporcionada a los hombres, mientras que las mujeres se quedan con tareas domésticas difíciles, así como trabajo doméstico y comunitario no remunerado, y formas peligrosas de trabajo sexual y tráfico. La industria dirigida por hombres tiende a alejar a las mujeres y otros géneros de la participación mediante la aplicación y consolidación de roles de género binarios. Además, a menudo hay una falta de consulta comunitaria sensible al género, como se evidencia en el estudio de caso de las plantaciones de aceite de palma en Liberia. 

Por otro lado, hay efectos desproporcionados en la reproducción creados por el uso de productos químicos y metales pesados que afectan más negativamente a las mujeres y los niños, como se ve en las operaciones mineras de oro de Kassan-Sai examinadas en esta publicación. Las mujeres y las personas de género diverso lideran con frecuencia la resistencia a estas industrias dañinas, lo que las pone en mayor riesgo de sufrir violencia y asesinatos selectivos

Es importante destacar que no todas las mujeres se ven afectadas por las industrias extractivas por igual. Según un informe de la ONU, el 69% de los 331 defensores de primera línea asesinados (esto no incluye a los muchos otros “desaparecidos” o no denunciados) en 2020 defendían los derechos indígenas, territoriales y ambientales. El 25 % de los asesinados eran indígenas (en yuxtaposición a que solo el 6 % de la población mundial es indígena) y entre 2015 y 2019, más de un tercio de los defensores de primera línea asesinados eran indígenas. Adicionalmente, la desaparición y asesinato de las mujeres, niñas y los pobladores indígenas de Two-Spirit (MMIWG2S, siglas del Inglés) es un problema global y, en general, las mujeres indígenas y las personas con diversidad de género enfrentan mayores riesgos de violencia. La industria extractiva aumenta este riesgo

Finalmente, pero no menos importante,, las mujeres indígenas a menudo se enfrentan a la carga combinada de defender la supervivencia de sus culturas y comunidades frente al colonialismo en curso y el desplazamiento de la comunidad, lo que hace que la resistencia debido a la amenaza de violencia sea más precaria. Están sujetas a múltiples formas de discriminación. Las mujeres de las comunidades forestales y otras zonas rurales se enfrentan a problemas agravados por la falta de acceso a la atención sanitaria y a la seguridad, el aumento del tráfico, y la pobreza, entre otros. En general, es necesario examinar los impactos de género del extractivismo en las comunidades forestales para obtener una imagen completa de cuán perjudiciales son estos procesos. 

Comunidades forestales y derechos indígenas 

Como se ha comentado anteriormente, los pueblos indígenas a nivel mundial administran la mayor parte de la biodiversidad (la mayoría de la cual se encuentra dentro de los bosques), lo que ayuda a proteger nuestro planeta contra cambios cada vez más volátiles que han sido causados por factores impulsados por el hombre. A pesar que  los pueblos indígenas históricamente no son responsables de los impactos negativos en el medio ambiente, son  los primeros en sentir los efectos del cambio climático a través del aumento de las temperaturas, tormentas más salvajes, pérdida de hábitat natural, entre otros. 

Además, los pueblos indígenas enfrentan mayor violencia que la mayoría de los otros grupos a manos de los gobiernos, con altas tasas de encarcelamiento. Las mujeres indígenas y las personas con diversidad de género enfrentan específicamente algunas de las tasas más altas de violencia de género. La cultura, idioma e historia de los pueblos indígenas están ligados a los territorios  que habitan, por lo tanto, sus sistemas de conocimiento están en riesgo a medida que el extractivismo destruye las comunidades forestales. El desplazamiento forzado por el extractivismo significa una pérdida de la cultura, y la identidad de conexión con su territorio.

Es importante destacar que las relaciones indígenas con la “naturaleza” difieren de las formas de explotación creadas a través de la extracción capitalista. Por ejemplo, en el caso de Chhattisgarh mostrado en este informe, muchos indígenas de la región ven a los árboles como deidades, a las que adoran en lugares conocidos como Devgudis. La conexión con el mundo natural es espiritual y culturalmente significativa, y muchos se niegan abandonar sus bosques a pesar de la destrucción por parte de la minería. Las conceptualizaciones occidentales de “recursos”, que simplemente buscan acumular materiales, separan a las personas de los conocimientos sagrados y basados en la tierra, creando una profunda alienación cultural. Hay una diferencia fundamental en cómo se conceptualiza la vida, que permite que algunos la vean como algo para usar, mientras que otros entienden que somos inherentemente parte de los ecosistemas vivos. 

La Carta de la Tierra de los Pueblos Indígenas de 1992 afirma: “Sentimos la Tierra como si estuviéramos dentro de nuestra Madre. Cuando la Tierra está enferma y contaminada, la salud humana es imposible. Para curarnos a nosotros mismos, debemos curar el planeta, y para curar el planeta, debemos curarnos a nosotros mismos”. La sensación de que la naturaleza es una fuerza importante se refleja en las luchas de los pueblos indígenas para recuperar las tierras que históricamente han administrado. Si los procesos, las empresas y los estados extractivistas ingresan unilateralmente a los territorios indígenas, están socavando esto. 

Dado que la mayor parte de la biodiversidad intacta se encuentra donde viven los pueblos indígenas, es necesario reformular la visión distorsionada del extractivismo sobre la vida. Para alejarnos de la extracción explotadora, debemos adoptar una guía “derivada de la naturaleza” que incluya pasar mucho tiempo en relación con la tierra, aprender de ella e involucrarnos con historias relacionadas con ella. Esto es algo que las culturas indígenas han estado haciendo durante milenios. Regresar al respeto por la naturaleza requiere equidad de género en todos los lugares, ya que la forma explotadora de ver a las mujeres y la naturaleza como algo que se puede dominar van de la mano. Entender el género fuera del binario colonial y volver a la expansión de género fuera de los roles de género opresivos puede ayudar a sanar las interpretaciones opresivas de las “mujeres” y la “naturaleza”. 

Perspectivas como los movimientos por los Derechos de la Naturaleza y el ‘Regreso a la Tierra‘ son imprescindibles para sanar las relaciones humanas con los parientes no humanos. Plantean que la tierra es autónoma y autodeterminante, y que la armonía y las relaciones recíprocas con la naturaleza son necesarias para cambiar las relaciones con la tierra, de algo para ser explotado a una comprensión más holística de las relaciones entre humanos y naturaleza. 

Muchos marcos y organismos internacionales han comenzado a reconocer esto. Por ejemplo, el Congreso Mundial de los Parques (WPC, por sus siglas en inglés), la mayor reunión relacionada con el futuro de las áreas protegidas a nivel mundial, ha reconocido que los derechos de las comunidades indígenas y locales son imperativos. Por cierto, las áreas protegidas a menudo han dejado a los pueblos indígenas fuera de los procesos, desplazándolos de los territorios que tradicionalmente administraban. Los participantes indígenas en el WPC de 2014 abordaron el tema de los derechos y el cuidado de la Madre Tierra, argumentando que la Tierra debería tener un valor intrínseco como un todo en lugar de áreas protegidas parceladas y aisladas. Además, el WPC consideró los derechos indígenas a sus territorios como un requisito previo para la protección de la Tierra. La conversación debe comenzar aquí, en lugar de ver la participación de las personas indígenas, las mujeres y las personas de género diverso como algo meramente adicional. 

Si bien ninguno de estos reconocimientos son legalmente vinculantes, se pueden usar para informar políticas futuras y cambiar los paradigmas de conservación de arriba hacia abajo a las bases, liderados por pueblos indígenas, mujeres y personas de género diverso, y otros de los que están a la vanguardia de la protección ambiental.  

Casos

Este informe presenta casos de seis comunidades forestales o dependientes de los bosques que enfrentan el extractivismo. Sus historias y conocimientos son imprescindibles para comprender mejor cómo el extractivismo afecta a estas comunidades y a otras de múltiples maneras, y cómo cada caso se relaciona con los impactos diferenciados de género. 

Los casos incluyen: minería de carbón en una comunidad tribal indígena de Chhattisgarh, India; minería industrial y artesanal en la República Democrática del Congo; minería de oro a cielo abierto en Kassan-Sai, Kirguistán; los impactos de la minería y la tala en las comunidades forestales alrededor de Acra; plantaciones de aceite de palma en Liberia; y minería de cobre y molibdeno en la región Lori de Armenia. 

Todos los casos revelan el problema apremiante del extractivismo dentro de las comunidades locales a las que impactan, destacando las experiencias de las mujeres y los pueblos indígenas, lo cual es necesario para comprender cómo se puede cambiar la discusión sobre la extracción y la opresión para poner sus necesidades y soluciones en el centro. 


“Nuestra agua es nuestro oro”: Jermuk protesta contra proyecto minero que destruye su ciudad en Armenia

Por Ángel Tuninetti en colaboración con ONG Bosques Armenios

La ciudad de Jermuk toma su nombre de su mayor riqueza: en armenio significa “agua de manantial caliente”. El agua ha hecho famosa a esta localidad desde el medioevo, su nombre fue mencionado por primera vez por historiadores en el siglo XIII. Pero ahora este invaluable patrimonio ecológico está bajo amenaza. El proyecto de la mina de oro Amulsar, propiedad de Lydian International Limited, actualmente en sus etapas iniciales, destruirá la biodiversidad, contaminará el aire y el agua, y afectará los medios de subsistencia de la población.

El entorno del bosque

Jermuk se encuentra en el sureste de Armenia y está rodeada de montañas boscosas y prados a orillas del río Arpa, a una altitud de 2.100 metros (casi 7.000 pies). Su economía se basa en el turismo y el agua mineral. Numerosos manantiales de aguas subterráneas calientes y frías se utilizan para consumo potable y con fines terapéuticos.

La ciudad tiene una superficie de 2.100 hectáreas, de las cuales sólo 100 están urbanizadas y 1.600 son bosques, proporcionando un escenario propicio para el turismo relacionado con la salud y el florecimiento de la biodiversidad. Estos bosques ahora están amenazados por la minería, al igual que muchos otros espacios naturales en esta nación. Armenia es un país montañoso con una cubierta forestal total de solo el 8%, la mayor parte de la cual se encuentra al norte del lago Sevan, a lo largo de la frontera con Azerbaiyán y Georgia, y en la frontera sur con Irán.

De acuerdo con el Código Forestal de Armenia de 2005, los bosques están en gran parte protegidos y solo se permite la tala para saneamiento. Sin embargo, la urbanización, la minería y la tala ilegal proliferan en todo el país. El Comité Forestal, creado en 2018, dependiente del Ministerio de Protección de la Naturaleza, permite cortar alrededor de 30.000 metros cúbicos de madera cada año con fines sanitarios, pero se extraen ilegalmente unos 800.000 metros cúbicos debido al alto precio de la electricidad y el gas y a los altos niveles de pobreza, así como para la producción de muebles y otros bienes.   

Amenazas por la minería

La minería es una de las principales responsables de la deforestación en Armenia, ya que el país es rico en minerales, incluidos cobre, oro, molibdeno, plomo, zinc y plata. Hay alrededor de 400 minas en producción, incluidas 22 minas de metal. La minería de metales representa solo el 2,8% del Producto Nacional Bruto, mucho menos que la agricultura (40%) y el turismo (15%). Sin embargo, el mineral representa alrededor del 60% de las exportaciones totales, y una sola empresa representa el 90% de la producción minera: Zangezur Copper and Molybdenum Combine.

La minería no es una fuente importante de empleo en el país, ya que proporciona sólo alrededor del 1% de los puestos de trabajo y en su mayoría para hombres. También afecta a otros sectores económicos al cambiar los patrones de uso de la tierra y contaminar áreas agrícolas y turísticas. Muchas de las industrias afectadas, como la de enlatado de alimentos, secado de frutas, los balnearios y el turismo, son las que tradicionalmente emplean a más mujeres. Esta realidad empeora las desigualdades de género y crea vulnerabilidades económicas, sociales y políticas entre las mujeres.

Amulsar

El proyecto de oro Amulsar está planificado en el Monte Amulsar, en la región de Vayoc Dzor, un área ubicada entre dos reservorios de agua y dos ríos, el Arpa y el Vorotan, que son la cuenca hidrográfica del lago Sevan. El proyecto lo desarrolla Lydian International Limited, una corporación multinacional con sede en Estados Unidos que recibe financiamiento del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) y la Corporación Financiera Internacional, una sucursal del Banco Mundial. Aunque la minería no está permitida en la cuenca hidrográfica del lago Sevan, el proyecto Amulsar obtuvo permisos de minería emitidos por ex autoridades sospechosas de corrupción. Las nuevas autoridades tienen miedo de cancelar los permisos, preocupadas de que la empresa busque un arbitraje internacional. Además, hay una tendencia en el gobierno actual a apoyar la minería y tener vínculos con Lydian, lo que facilita la obtención de permisos.

El proyecto está ubicado en una parcela de 150 hectáreas de antiguas tierras agrícolas en el pueblo de Gndevaz. La privatización de tierras y su posterior adquisición por parte de Lydian se convirtieron en un caso penal, ya que los líderes comunitarios privatizaron tierras públicas y las vendieron a miembros de la familia a un precio muy bajo, para luego venderlas a Lydian con enormes ganancias, como informó el periódico Hetq.

La empresa ha estado trabajando en el proyecto desde 2006, pero aún no se ha extraído oro; en realidad, solo durante este periodo de tiempo vendieron acciones en la bolsa de valores de Toronto. Sin embargo, incluso cuando no hay producción, el daño ambiental ha comenzado, causado por los trabajos de prospección y construcción en el sitio de la mina: los niveles de radiación han aumentado, al igual que la contaminación del aire y el agua. Además, la biodiversidad se ha visto afectada, las personas han perdido sus tierras agrícolas y la salud humana se ha visto perjudicada.

La empresa se declaró en quiebra, se vendió el equipo principal y ahora quieren vender los permisos de minería y salir de Armenia. Esto sigue un patrón común: muchas minas nuevas explotan vetas ricas durante varios años, solo para luego declararse en quiebra y dejar la mina sin pagar impuestos ni salarios y sin ofrecer compensación ambiental ni recultivo. Si la empresa encuentra un comprador, el nuevo propietario suele reiniciar la minería.

Falta de consideración por la salud y la naturaleza

Si una nueva empresa reinicia la mina, el proyecto será extremadamente destructivo, no solo para Jermuk, sino también para Armenia y toda la región. La contaminación que crea el drenaje ácido llegará a los ríos Arpa y Vorotan y, por lo tanto, al lago Sevan, destruyendo los recursos de agua dulce de la región. Además, la alta demanda de agua para la minería secará los pozos y manantiales de agua, que actualmente se utilizan para beber, para tratamientos de salud y para la agricultura. Los niveles de radiación y contaminación del aire aumentarán, generando peligros para la salud y duras condiciones de vida en altitudes elevadas.  

Dado que el sustento de la zona depende en gran medida del turismo y sus famosas aguas medicinales, el impacto en la economía será devastador. Después de todo, ¿quién querría relajarse en un lugar donde las aguas termales están desapareciendo, el aire está contaminado, hay ruido minero al fondo, se han destruido los monumentos históricos de las edades de piedra y bronce, se han talado bosques y se ha afectado la biodiversidad?

En cuanto a los impactos en los lugareños y sus propias perspectivas, además de la obtención ilegal de los permisos, ha habido numerosas violaciones a los derechos humanos: no se realizaron audiencias públicas, ni hubo ningún tipo de consulta con los miembros de la comunidad. Inicialmente, el proyecto se mantuvo en secreto para los residentes, quienes han sido asesorados e informados de las consecuencias por activistas ambientales y ONG.

Muy pocos habitantes se beneficiarán del proyecto. Los empleados actuales son en su mayoría de otras regiones, con trabajos temporales y de bajos salarios, alrededor de $300 al mes. La situación es peor para las mujeres, que en Armenia ya ganan en promedio entre 20% y 33% menos que los hombres. Las mujeres de Jermuk entrevistadas para este estudio de caso afirmaron que sus oportunidades laborales se verán gravemente afectadas por la minería, ya que trabajan principalmente en instalaciones de la industria de servicios como balnearios, hoteles, turismo y otras industrias de este sector.

Cuando comenzó la construcción, la empresa alquiló una serie de balnearios y hoteles para especialistas extranjeros y trabajadores de otras regiones, y todo el personal perdió sus trabajos y medios de subsistencia. El número de turistas que visitan Jermuk ya ha disminuido, dañando la economía local. Dado que la temporada turística dura solo dos o tres meses, muchos residentes alquilan sus apartamentos a los turistas durante esos meses y esperan vivir con ese dinero durante todo el año.

Otra fuente de ingresos para las mujeres es la recolección de plantas medicinales, bayas, hongos y otras plantas comestibles de los campos y bosques. Como resultado de la construcción de Lydian en el sitio minero a partir de la puesta en operación de la mina en 2016, todos los campos y el bosque comenzaron a contaminarse con polvo, lo que hizo que esas plantas no fueran aptas para el consumo humano. Esto empeoraría considerablemente si el proyecto minero sigue adelante.

La situación no es mejor en el pueblo de Gndevaz, donde se lleva a cabo el proyecto. Allí, la mayoría de las huertas de albaricoqueros han sido taladas, o el polvo de la construcción ha arruinado las cosechas, una pérdida que afecta mayoritariamente a las mujeres, según expresaron en entrevistas.  

Durante la construcción, la empresa dañó la línea de agua potable de Gndevaz en dos ocasiones y la gente se quedó sin agua potable durante varios días. En una piscifactoría, todos los peces murieron porque las aguas contaminadas llegaron al río Arpa. La empresa no compensó a nadie.

Perspectivas locales y resistencia

Tehmine Enoqyan, un periodista residente en la aldea de Gndevaz, dijo que “la empresa dañó la tubería de agua potable de la aldea de Gndevaz dos veces y a la gente les llegó a sus casas agua negra y contaminada. Durante varios días Gndevaz estuvo sin agua”.

Aram Hakobyan, propietario de la piscifactoría Jermuk, afirmó que “como resultado de un accidente en Amulsar durante la construcción, el agua contaminada con sustancias nocivas se derramó en el río Arpa, donde se encuentra nuestra piscifactoría, y todos los peces murieron. Nuestro negocio sufrió muchos daños y la empresa no compensó estos daños”.

Hasmik Sargsyan, médico que trabaja en el balneario, explicó cómo, según su experiencia, la contaminación del aire y del agua tendrá un impacto no solo en la salud de la población local, sino que también afectará el futuro de Jermuk como destino turístico. Larisa Rogova, una turista de Rusia expresó las mismas preocupaciones y afirmó que no regresará a Jermuk si hay contaminación.

Esta falta de consideración por el bienestar humano y la naturaleza no es nueva. El contrato minero no incluye ninguna compensación o responsabilidad social por los daños producidos por el proyecto. En otras regiones mineras, las pruebas encontraron metales pesados como arsénico, mercurio y selenio en el agua, el suelo, las verduras y el cabello de los niños. Si la extracción de minerales comienza en Amulsar, se esperan los mismos efectos.

Los impactos en el bienestar de los residentes no solo están relacionados con la salud. En la Evaluación del Impacto Ambiental y Social, la empresa mencionó que habrá un aumento de la actividad delictiva y el acoso sexual en Jermuk debido a la gran cantidad de trabajadores varones que vendrán de otras regiones, lo que afectará a familias, mujeres y jóvenes.

Desafíos legales

La lucha contra el proyecto de pro Amulsar continúa, liderada por la ONG ambiental Bosques Armenios. La directora de esta organización, Nazeli Vardanyan, abogada ambientalista, afirma que “los miembros de la ONG y especialistas se reúnen regularmente con miembros de las comunidades afectadas, sensibilizan sobre los riesgos ambientales y sociales, explican sus derechos y les brindan un mecanismo para participar en el proceso de toma de decisiones. Creamos grupos activos para involucrar a mujeres y jóvenes en la toma de decisiones y proteger sus derechos. También protegemos sus intereses en los tribunales”.

“Como resultado, hay más participación de la comunidad en la lucha por sus derechos y la protección del medio ambiente. Se han elaborado peticiones para que estas comunidades sean económicamente sostenibles sin minería en cuatro comunidades. Unos 12.000 vecinos y vecinas han firmado, y las autoridades locales han aceptado sus demandas en sus decisiones. En nombre de los residentes de Jermuk y Gndevaz, presentamos dos demandas contra el Ministerio del Medio Ambiente y el Ministerio de Desarrollo Territorial e Infraestructura para anular la licencia y la decisión del Estudio de Impacto Ambiental. Durante dos años y medio las carreteras a Amulsar estuvieron bloqueadas por los residentes. La empresa ha iniciado juicios estratégicos: casos civiles, administrativos y penales contra activistas y miembros de la comunidad”.

Es importante documentar casos de resistencia, recopilando historias de vida de líderes locales comprometidos en la resistencia. Esto nos permitirá ver cómo grupos sociales y géneros desarrollan diferentes estrategias para responder a los impactos adversos de una actividad extractiva: las comunidades no son actores pasivos resignados a su destino. Son actores comprometidos en formas individuales o colectivas de resistencia contra las actividades extractivas. Estas luchas a veces se dan en medio de confrontaciones, persecuciones e incluso asesinatos de defensores de los derechos humanos ambientales.

A menudo se ha dicho que las guerras del siglo XXI se librarán por el agua. ¿Pueden los gobiernos y los empresarios ser tan ignorantes como para destruir este recurso precioso por la riqueza temporal de algún metal? Como cantan en sus protestas, los habitantes de Jermuk no necesitan oro: “Nuestra agua es nuestro oro”.


“Soy el hombre, tienes que escucharme”: Cómo la minería industrial y artesanal profundiza las desigualdades de género en Ghana

Por Ángel Tuninetti en colaboración con The Development Institute, Ghana

A solo 70 km de Accra, la capital de Ghana, se encuentra uno de los ecosistemas con mayor biodiversidad de África: la Reserva Forestal de la Cordillera de Atewa. Esta unidad de conservación, creada en 1926, se extiende sobre 123.000 hectáreas (475 millas cuadradas) y alberga al menos 1.134 especies de plantas, 239 especies de aves, 573 especies de mariposas y alrededor de 70 especies de mamíferos, siete de los cuales están catalogados como “En peligro crítico y vulnerables” en la Lista Roja de la UICN. Está demarcada como Área de Biodiversidad Significativa a nivel mundial y Área Clave para la Biodiversidad

La cordillera de Atewa concentra una extensión considerable de los bosques restantes de Ghana. Alimenta tres ríos principales (Densu, Ayensu y Birim) que proporcionan agua a Accra y alrededor de cinco millones de personas dependen de estos afluentes para obtener agua potable. Estos bosques son importantes como cuencas hidrográficas, sumideros de carbono y fuentes de sustento

Sin embargo, la reserva está amenazada: contiene importantes depósitos de bauxita que han atraído la atención de empresas mineras internacionales, así como del gobierno de Ghana, interesado en desarrollar la industria de la bauxita

Si bien la minería industrial de bauxita es potencialmente la peor amenaza para la Reserva Forestal Atewa, no es la única. En las últimas décadas, según el director de Distrito de la Comisión Forestal, Emmanuel Antwi, la zona ha estado bajo presión debido a una serie de amenazas, como la invasión de fincas (que se ha restringido desde hace algunos años), la caza de animales silvestres, la tala ilegal e insostenible y la minería de oro. La minería artesanal de oro, aunque ilegal, es muy común en la región. Esta práctica informal y no regulada se conoce como galamsey en el idioma local y tiene un enorme efecto acumulativo en el paisaje. La minería concesionaria por parte de medianas y grandes empresas también se realiza en los márgenes de la reserva forestal y afecta a numerosas comunidades de la serranía de Atewa. 

Para analizar los efectos de la minería en la pérdida de bosques y biodiversidad y en la justicia de género, el Instituto de Desarrollo, miembro de la GFC, trabajó junto con A Rocha Ghana, una organización asociada que opera en el territorio Atewa, para recopilar datos mediante entrevistas a diferentes partes interesadas en el área, entre las cuales, miembros de las comunidades afectadas, autoridades locales, agencias gubernamentales y representantes de Kibi Goldfields Limited. Más de 143 encuestados participaron en las actividades realizadas a fines de junio de 2022 a través de entrevistas individuales, discusiones de grupos focales, observación y conversaciones. 

Los representantes de Kibi Goldfields Limited destacaron la importancia de su empresa en la región en la creación de empleos, la formación de jóvenes, el patrocinio de la educación, el desarrollo de infraestructuras y el apoyo a los gobiernos locales. Sin embargo, reconocieron el impacto que tuvo la minería en el cambio de la economía de la zona, destruyendo áreas de cultivo muchas veces sin compensación, u ofreciendo indemnización sólo a los hombres cabeza de familia y no a las mujeres, quienes suelen ser las más afectadas por las repercusiones ambientales. Esta afirmación fue hecha tanto por el director de Distrito de la Comisión Forestal, Emmanuel Antwi, como por el director de minas de Kibi Goldfields Limited. Además, la afluencia de personas de diferentes áreas y antecedentes plantea desafíos para las mujeres de la comunidad en términos de seguridad y protección. Las mujeres de la comunidad de Adukrom se quejaron amargamente del aumento de la delincuencia, los robos y el consumo de drogas entre los jóvenes de su comunidad. 

Si bien los representantes de la empresa hicieron hincapié en su compromiso con la comunidad, los testimonios de mujeres y líderes comunitarios presentan una perspectiva más matizada y son imprescindibles para obtener una imagen más completa.

Existe un reconocimiento generalizado entre los lugareños de la importancia de la minería (tanto la minería artesanal tradicional como la minería industrial) en la economía. Como afirmó una de las participantes del Grupo de Mujeres Nyametease de la comunidad Akim Adukrom: “La minería es nuestro medio de vida y nos sirve para financiar otras cosas como la agricultura y el comercio”. Los miembros de esta comunidad expresaron que la minería ha apoyado el empoderamiento económico al crear empleos para hombres y mujeres jóvenes, cambiando la economía local. 

Sin embargo, la minería industrial tiene importantes inconvenientes. El cacique y los ancianos de la misma comunidad explicaron que la llegada de la minería industrial con la empresa Minerals Genes Resources (MGR) restringió la minería artesanal galamsey y, por ende, generó problemas sociales como drogadicción, alcoholismo, hurto y robo a mano armada. 

La minería trae consigo problemas adicionales que afectan a toda la población, como la contaminación del agua potable, despeje de vías, aumento del costo de vida, falta de respeto de los niños a sus madres y  padres, peligros físicos y accidentes en fosas y trincheras, drogadicción juvenil, embarazos adolescentes, violencia sexual contra la mujer y otras formas de violación de los derechos humanos. Con la afluencia del dinero rápido de la minería, también ha aumentado la tendencia a gastar dinero de manera extravagante y descuidada. Los hombres tienden a descuidar a sus esposas e hijos e incluso a casarse de nuevo, lo que genera conflictos interpersonales que fácilmente escalan a la violencia. Los embarazos adolescentes, así como el número de niñas que abandonan la escuela, son muy altos debido a su vinculación con los mineros de la región. 

Dado que galamsey es una forma ilegal de minería, los organismos encargados de hacer cumplir la ley arrestan a las personas involucradas en esta práctica. La mayoría de las detenciones se realizan por medio de operaciones conjuntas en las que agentes de seguridad persiguen, hieren y, en ocasiones, disparan a los mineros en el monte. Las mujeres de Akim Adukrom declararon que a veces estos grupos de fuerza las persiguen en el monte, apresan y torturan. 

Los miembros de la comunidad de Potrase denunciaron la falta de transparencia en el desarrollo de los proyectos mineros. “No hubo consulta ni información, sin embargo, la aparición de las excavadoras demostró que las concesiones habían sido otorgadas”, relataron. Los procesos de toma de decisiones son jerárquicos y solo los miembros de ciertos sistemas de liderazgo pueden participar en las discusiones. Las mujeres de la comunidad de Owuratwum también denunciaron que no fueron consultadas ni informadas sobre las operaciones mineras hasta que vieron maquinaria en sus territorios; al menos diez de ellas perdieron sus granjas debido a las operaciones de extracción de oro. 

Las mujeres expresaron su preocupación por la falta de acceso a la información y al poder de toma de decisiones, que, según dijeron, está restringido por las leyes y prácticas tradicionales. En la mayoría de las comunidades, a las mujeres que menstrúan no se les permite trabajar en las zonas mineras, ni siquiera ir a buscar agua al río. Como expresó una de las participantes, las mujeres son percibidas como inferiores, y es común escuchar afirmaciones como “soy el hombre, tienes que escucharme”. 

Además de las preocupaciones sobre los medios de vida antes mencionadas, Emmanuel Antwi, director de Distrito de la Comisión Forestal, y los miembros de A Rocha Ghana, destacaron los riesgos que plantea la minería y la tala ilegales para la preservación de los bosques y las cuencas hidrográficas. 

Como expresaron los integrantes de A Rocha Ghana, es necesario buscar medios alternativos de sustento para las mujeres y apoyar su empoderamiento. Por ejemplo, las mujeres deben presidir los Foros Forestales, plataformas de las partes interesadas establecidas a nivel distrital dentro de las comunidades forestales para orientar e informar sobre la gestión sostenible de los recursos naturales, con el fin de promover su acceso a la información y a los debates sobre la importancia de los recursos naturales. 

La Reserva Atewa alberga especies únicas de mariposas y mamíferos en peligro de extinción como los pangolines, y es fuente de agua y sustento para millones de personas. La bauxita, utilizada para fabricar aluminio para productos como automóviles, es un recurso tan lucrativo que ha atraído acuerdos con países como China, y los representantes gubernamentales continúan tratando de atraer inversores. Ha habido esfuerzos por parte de la sociedad civil a nivel local e internacional para solicitar una mayor protección de la cordillera Atewa y abordar el tema de las violaciones de derechos, pero la situación sigue siendo crítica. Los testimonios de las mujeres entrevistadas para esta investigación sugieren que la justicia de género debe ser parte de las medidas efectivas de protección forestal.


La gente de los bosques necesita árboles, no carbón: las repercusiones de la minería en la biodiversidad en Hasdeo Arand, India 

Por Ángel Tuninetti en colaboración con Navrachna Samaj Sevi Sanstha, India

La región de Hasdeo Arand, al norte de Chhattisgarh, es una de las áreas forestales intactas más grandes de la India central fuera del sistema de áreas protegidas y es conocida por su biodiversidad y depósitos de carbón. El yacimiento de carbón de Hasdeo Arand se extiende sobre una superficie de 1.880 km2 . Sus bosques albergan más de 350 especies de animales y forman parte de un corredor de elefantes salvajes. La población numerosa y vulnerable que vive en la región, en su mayoría indígenas adivasis, depende en gran medida de la agricultura y los productos forestales para su sustento. 

Varias comunidades que habitan en los bosques, incluida la tribu Gond, la segunda aldea registrada más grande de la India, viven en la región de Hasdeo Arand. Sus habitantes dependen de los productos del bosque para alimentación y medicinas, incluidos granos, semillas, tubérculos, flores, frutas y raíces. Sus ingresos provienen de la madera, hojas y pastos, con los cuales fabrican cuerdas, esteras, escobas y canastos.

El desplazamiento debido a los proyectos mineros aprobados por el gobierno y la consiguiente deforestación amenazan ahora la libertad y los medios de subsistencia de las comunidades tribales de la zona. Adoran a los árboles como deidades y, por lo tanto, no están dispuestas a abandonar el bosque que tiene muchos devgudis, lugares sagrados.   

El proyecto minero Parsa

La razón de este desplazamiento es el proyecto minero Parsa, que hasta ahora ha resultado en la destrucción de unos 40.000 árboles y, eventualmente, deforestará 841 hectáreas, así como desplazará a más de 700 personas. Sin prestar atención a las devastadoras consecuencias para los bosques y su gente, el gobierno de Chhattisgarh está impulsando la expansión de las minas de carbón, alegando que el carbón es necesario para garantizar la demanda de electricidad. 

Existen varias otras operaciones mineras de carbón en la región en diferentes fases de explotación. La resistencia contra la minería comenzó hace más de una década y las protestas se intensificaron en marzo de 2022, cuando el gobierno de Chhattisgarh permitió la segunda fase de extracción de carbón en un área de 1.136 hectáreas en la mina de carbón Parsa East-Kete Basan (PEKB). La primera fase de la extracción de carbón PEKB comenzó en 2013 y dos pueblos, Kete y Basan, se vieron afectados por la operación minera. Las protestas obligaron a las autoridades a suspender más actividades mineras del Grupo Adani, el conglomerado multinacional responsable de las operaciones. 

Mientras tanto, el gobierno de Chhattisgarh dio la aprobación de la Etapa II para otro proyecto de minería de carbón en Parsa. El gobierno de Rajasthan también intenta acelerar el proceso de obtención de la autorización final para un tercer proyecto, Kete Extension, ya que Rajasthan depende del carbón de Chhattisgarh para su producción de electricidad. En marzo, el primer ministro de Rajasthan, Ashok Gehlot, declaró a los medios que si se reduce el suministro de carbón, el suministro de electricidad también se verá afectado en Rajasthan. “La gente de nuestro estado está mirando hacia Chhattisgarh para la pronta aprobación de estos proyectos”, dijo. Los activistas afirman que se cortarán más de 200.000 árboles durante los proyectos. La deforestación comenzó un mes después de la aprobación final del bloque de carbón Parsa.

Sin embargo, Alok Shukla, el convocante de Chhattisgarh Bachao Andolan, cuestiona esa cifra. “Hasta ahora, se han talado alrededor de 300 árboles en Janardanpur del distrito de Surguja en Chhattisgarh”, dijo. La tala de árboles ha sido suspendida a partir de ahora debido a las continuas protestas de los aldeanos. 

Un estudio conjunto del Consejo Indio de Investigación y Educación Forestal en colaboración con el Instituto de Vida Silvestre de la India recomienda la minería del carbón, pero admite que “el impacto acumulativo del desplazamiento debido a las operaciones mineras tendrá repercusiones graves en la comunidad en forma de pérdida de medios de subsistencia, identidad y cultura”. Esto se debe a que el 90% de los hogares depende de la agricultura y los productos forestales para su sustento. 

El pueblo de Kete fue completamente desplazado en 2016 y una población de casi 600 habitantes se mudó al pueblo cercano de Basan. Ramlal Kariyam, un lugareño que ha estado luchando contra la mina afirma que “los que han sido desplazados enfrentan problemas para mantener su sustento. Están vagando de un lugar a otro”. 

El bosque se encuentra junto a la Reserva de Elefantes Lemru, un área con un alto nivel de Conflicto Humano-Elefante (CHE). Más de 60 vidas se pierden cada año por pisoteo, especialmente durante la recolección de flores y frutos de la Mahua (Madhuca longifolia), un árbol de gran importancia cultural, económica y simbólica para las tribus de la región. La gente se ha visto obligada a dejar de recolectar Mahua debido a la alta incidencia de muertes. Además, las operaciones mineras crean grandes pozos que perturban las rutas migratorias de los elefantes y los ponen en conflicto con los residentes.       

Violaciones de derechos

En cuanto a los derechos de las comunidades afectadas, ha habido muchas irregularidades durante el desarrollo de los proyectos mineros. La divulgación de información ha sido inadecuada; las personas dijeron que no fueron debidamente informadas sobre las autorizaciones mineras en ninguna etapa. Nunca fueron contactados para el Estudio de Impacto Ambiental (EIA), ni han visto el informe de evaluación de impacto social de la mina, ni ningún informe ambiental. Las operaciones se llevaron a cabo sin recibir el consentimiento libre, previo e informado (CLPI) de las comunidades y ni siquiera se consultó a las autoridades del Gram Sabha (el consejo local de la aldea, una estructura democrática a nivel de base). Durante la EIA no se realizaron consultas con los aldeanos. También hubo violaciones de la Ley de Adquisición, Rehabilitación y Reasentamiento de Tierras y de la Ley de Derechos Forestales.

Los miembros de la comunidad también han sido mal informados sobre la compensación que se supone que deben recibir, que comenzó en 500.000 rupias por hectárea y luego se elevó a 1. 000.000, a pesar de que la tarifa del gobierno es de 1.500.000 rupias por hectárea. Las promesas de trabajo tampoco se cumplieron: se contrató a los residentes locales en puestos de bajos salarios y se les prometió seguridad laboral durante tres años, pero algunos fueron despedidos después de sólo seis meses. 

La rápida expansión de las industrias y las minas en las áreas tribales fue seguida por un auge de la urbanización y una afluencia masiva de forasteros, lo que provocó el desplazamiento de los pueblos indígenas, que se vieron obligados a emigrar a otras regiones en busca de medios de supervivencia. El desplazamiento también puede ocurrir por la presión indirecta del establecimiento de industrias, minas y pueblos, así como por la contaminación del aire y el agua. 

Los problemas de salud asociados al desplazamiento y la contaminación afectan todos los recursos: aire, agua, animales, peces, plantas, etc. La gente está sufriendo una muerte lenta,  agonizante, debido a la contaminación de su entorno.   

Impactos en las mujeres

Las mujeres son las más afectadas por la minería y rara vez reciben algún beneficio de proyectos extractivistas mineros. Nunca se consultó con las mujeres durante la planificación ni durante el pago de la compensación y la mayoría de ellas no sabe cuánto se pagó como compensación. Las mujeres son la principal fuerza de recolección de productos forestales no maderables y leña, por lo tanto, la deforestación afecta directamente sus ingresos en efectivo. Además, recolectar leña y agua limpia se ha vuelto más difícil y arduo y el polvo de carbón impone una carga adicional en la limpieza de la casa y la salud respiratoria. 

La movilidad de las mujeres en las aldeas se reduce con la afluencia de forasteros. La seguridad de las mujeres se ve comprometida y hay un aumento en el abuso sexual y el alcoholismo. Las mujeres ocupan una posición respetada en las sociedades tribales y no hay evidencia de acoso a las mujeres en las prácticas tradicionales. La minería erosiona la autoridad de la mujer en la familia, provocando la desintegración familiar y el debilitamiento de los lazos de parentesco, con la consiguiente pérdida de la seguridad y protección creadas por esas relaciones. Las mujeres casi siempre pierden su papel económico cuando la tierra se convierte a la minería. Las empresas rara vez proporcionan empleo a las mujeres, que se ven obligadas a renunciar a su vida digna para realizar tareas de baja categoría en los municipios industriales. La compensación o capacitación en habilidades solo están disponibles para los hombres en las aldeas desplazadas, no para las mujeres. En resumen, las mujeres se ven gravemente afectadas social, económica y físicamente. Con el cambio de estilos de vida tradicionales a modernos, las mujeres luchan por adaptarse y enfrentan una severa explotación social y cultural. 

Los derechos de las mujeres y el potencial de desarrollo dentro de la industria extractiva han llevado a una continua desigualdad estructural de género. Cuando una economía de subsistencia basada en los bosques cambia repentinamente a una economía competitiva basada en efectivo, las mujeres son las que más sufren. 

El resultado es la desigualdad de género, la completa pérdida de poder de las mujeres y un cambio de género en las relaciones de poder dentro del área y dentro de las comunidades afectadas. Su indigeneidad se pierde por completo y las instituciones tradicionales de las mujeres se desmantelan, lo que genera desigualdades socioeconómicas aún mayores. 

En el proceso de “desarrollo” minero, las áreas tribales no se desarrollan, sino que se producen formas de explotación de personas y de la naturaleza a través de un proceso de explotación colonialista y capitalista. La brutalidad inherente de la industrialización, el saqueo de la riqueza mineral y la destrucción de los bosques que proporcionaban gran parte del sustento a su gente, no solo han reducido a los habitantes de estas áreas a la pobreza, sino que también han llevado al área al borde del desastre ecológico, algo que solo puede evitarse con una resistencia y un activismo continuos. 


“Al extraer el oro perdemos algo más valioso”: Preservar el patrimonio natural de Kassan-Sai en Kirguistán

Por Ángel Tuninetti en colaboración con Movimiento Ecológico Fundación Pública, Kirguistán

Kirguistán está ubicado en una zona de Biodiversidad Global, un área prioritaria para la conservación con un alto endemismo de plantas y un alto nivel de pérdida del hábitat. Al igual que otros países montañosos de Asia Central, Kirguistán alberga una extraordinaria riqueza de especies de plantas y animales endémicos, incluidas más de 5.000 especies de plantas conocidas. El número de especies amenazadas o en peligro de extinción es relativamente alto debido al rápido desarrollo y transformación de los hábitats naturales como resultado de las actividades humanas. El país también es rico en recursos naturales, como árboles frutales tradicionales de manzanas y peras silvestres. Pero esta biodiversidad se asienta sobre una extraordinaria riqueza de minerales que muchos sectores interesados están ansiosos por explotar. 

El Área Clave para la Biodiversidad de Kassan-Sai 

Una encuesta reciente identificó 32 Áreas Clave para la Biodiversidad (KBA, por sus siglas en inglés) en Kirguistán. Muchas de estas zonas están legalmente protegidas, pero 14 KBA no tienen un estatus formal y podrían ser destruidas en ausencia de estrategias de conservación y salvaguardas responsables por parte de las comunidades locales. 

La KBA de Kassan-Sai es un excelente ejemplo. Como área que no está legalmente protegida como parque nacional o reserva, está siendo amenazada por las operaciones de extracción de oro en el asentamiento de Terek-Sai. Tres ONG, con la coordinación de la Coalición Mundial por los Bosques (GFC), están trabajando con las comunidades locales y apoyando sus luchas en defensa del medio ambiente y su bienestar. 

El ecosistema de bosque alpino de Kassan-Sai alberga varias especies animales incluidas en la Lista Roja de la UICN, como el leopardo de las nieves (Panthera uncia), el alimoche (Neophron percnopterus) y la marmota de Menzbier (Marmota manzbiery). También reúne a muchas especies de plantas, como el árbol archa endémico (Juniperus semiglobosa), el abeto de Tien Shan (Picea schrenkiana), el abedul de tian-shan (Betula tienshanica), el álamo, el sauce, el espino amarillo, el olmo y muchas especies herbáceas, especies de plantas de montaña típicas de zonas forestales, subalpinas y alpinas. Tres plantas frutales silvestres endémicas de la zona están gravemente amenazadas: el manzano de Niedzwetzky (Malus niedzwetzkyana), el manzano de Sievers (Malus sieversii) y el peral de Korzhinsky (Pyrus korshinskyi). Estas especies contienen material genético que podría ser clave para asegurar el futuro de las frutas cultivadas resistentes al clima. 

La biodiversidad de la zona se encuentra amenazada por la extracción de oro, actividad con una larga historia en la región. Los registros más importantes de la antigua minería aurífera del país se encontraron en esta misma región, en el valle del río Kassan-Sai, lugar que solicita ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO debido a su valor histórico y cultural. 

Proyecto minero de oro Terek-Sai

La principal amenaza para Kassan-Sai es el proyecto de extracción de oro Terek-Sai, que comenzó en 1946. Está ubicado dentro de la KBA y tiene un impacto severo en el medio ambiente, ya que el oro en Kirguistán se extrae en minas a cielo abierto con métodos tradicionales de perforación y voladura. El resultado es la destrucción total del paisaje, con enormes fosas y montones de desechos rocosos. 

La empresa creadora de los conflictos actuales es Eti Bakyr Tereksai, una empresa conjunta de Kyrgyzaltyn (Kyrgyz Gold) con el 25 % de las acciones, y la empresa turca Eti Bakyr, con el 75 %. La planta de procesamiento de oro empleaba a unas 300 personas en septiembre de 2019 y el número podría llegar a 600 trabajadores, principalmente residentes locales. No hay datos sobre la diferenciación de género en la industria de la minería del oro, sin embargo, los puestos de trabajo directos están ocupados principalmente por hombres. 

A pesar de ser un país rico en minerales, la industria extractiva de Kirguistán proporciona sólo el 3% de los puestos de trabajo en todo el país, y una proporción mucho menor se encuentra en la extracción de oro. Según un investigador, “las minas se están explotando, los recursos se están vaciando, el gobierno se está enriqueciendo pero las comunidades locales, a pesar de algunos proyectos de desarrollo y caridad, no ven un impacto directo en sus vidas”. 

“Queremos saber la verdad”

Las discusiones grupales durante un seminario en Kassan-Sai de la Coalición Mundial por los Bosques mostraron que las comunidades locales son plenamente conscientes de las repercusiones negativas de la minería en la biodiversidad y la salud de la comunidad. La minería a cielo abierto altera el paisaje e interrumpe el flujo natural del agua. En este caso, también afecta a los bosques de galería, que son uno de los ecosistemas más biodiversos y amenazados de las montañas de Asia Central. La deforestación, la minería y el drenaje de humedales en la zona de bosques de galería a lo largo del río reducen los niveles del agua y alteran el régimen hídrico, lo que provoca flujos de lodo e inundaciones. 

Las voladuras de la minería perturban la fauna y el ganado local, y el polvo afecta los cultivos y tiene efectos nocivos para la salud de la población local. En la primavera de 2022, el techo de una escuela local se derrumbó debido al impacto de las explosiones, pero la empresa minera niega su responsabilidad. Los maestros locales señalaron el problema de la contaminación del aire, que preocupa a los residentes. Los productos químicos utilizados en el procesamiento del oro pueden causar reacciones alérgicas y las comunidades informaron que esto afecta más a mujeres y niños. 

En el pasado, las empresas mineras prometieron reparaciones por los daños causados por las minas, pero nunca las cumplieron, lo que generó desconfianza entre la población local. Los residentes del área de Kassan-Sai temen que los nuevos mineros de oro hagan lo mismo. Como expresó una mujer local, el único beneficio de la mina es que los trabajadores reciben un salario magro, “pero el daño de esta explotación, me parece, es más que el beneficio que nos trae”. 

Hasanova Kyial, maestra de un jardín de infantes en Terek-Sai, dijo: “Estamos preocupados por el destino de nuestros niños. La empresa está desarrollando [la mina] justo al lado de nuestras casas. El polvo está en todas partes. Las laderas de las montañas quedan desnudas, sin plantas. Esto significa que aumentará el peligro de flujos de lodo. ¿Quién restaurará nuestras casas si una corriente de lodo las destruye? Recientemente, un techo se derrumbó en nuestra escuela durante el horario de clases. Afortunadamente nadie murió, ¡pero los niños estaban en estado de shock! Los residentes creen que fue a causa de las explosiones diarias de la mina. Pero la empresa lo niega todo y se está llevando a cabo una investigación. Todos estamos activamente comprometidos porque queremos saber la verdad”. 

Atabayeva Barchynay, activista medioambiental y jefa del Grupo local de Mujeres del distrito de Chatkal de la región de Jalalabad de Kirguistán, expresa la frustración de los residentes locales: “Las actividades de las empresas mineras de oro causan un gran daño a la ecología de nuestra zona. La gente extrae oro de la tierra, pero pierde algo más valioso: la tierra misma. Nadie nos la devolverá más tarde. Con la ayuda de nuestro grupo de mujeres, queremos hacer una solicitud a la empresa Eti Bakyr y obtener información sobre el plan de reclamación. Ahora ninguno de los residentes entiende qué actividades planea la empresa para eliminar el daño. El primer paso necesario es establecer un diálogo con la empresa e informar a los residentes locales”. 

Salvaguardar el Área Clave para la Biodiversidad (KBA)

En el contexto de los programas de las KBA en Asia Central, que reconocen las montañas como un punto crítico de la biodiversidad de importancia mundial y brindan un marco holístico para resolver problemas de conservación, las organizaciones miembros de la GFC de tres países de Asia Central comenzaron un proyecto llamado “Fortalecimiento de las áreas clave para la biodiversidad (KBA) en Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán”. El proyecto cuenta con el apoyo del Fondo de Asociación de Ecosistemas Críticos (CEPF, por sus siglas en inglés). Uno de los principales componentes del proyecto es el desarrollo de alianzas con las comunidades y la incorporación de la conservación de los bosques y la biodiversidad en las políticas locales. 

La KBA de Kassan-Sai fue seleccionada como área piloto en Kirguistán. Dado que esta KBA no está legalmente protegida ni designada como reserva o parque nacional, resulta fundamental trabajar en colaboración con las comunidades y autoridades locales en los distritos de Chatkal y Ala-Buka de la región de Jalal-Abad para promover la conciencia y el apoyo a la conservación de especies emblemáticas. Los grupos miembros de la GFC de Kirguistán actuarán como salvaguarda para esta KBA en colaboración con activistas locales. 

Para avanzar en estos objetivos, los expertos de la GFC y el equipo del proyecto en Kirguistán llevaron a cabo una expedición de investigación a la KBA Kassan-Sai en mayo de 2022 y organizaron un seminario en el distrito de Chatkal de la región de Jalalabad llamado “Preservemos el patrimonio natural de Kassan-Sai”. Los participantes trataron temas como la importancia de los recursos de la biodiversidad proporcionados por la KBA Kassan-Sai a las comunidades locales; los beneficios para las comunidades del uso sostenible de la KBA; las amenazas a la KBA Kassan-Sai, incluida la extracción de oro; las leyes y reglamentos existentes para la preservación de la biodiversidad amenazada y los recursos de la KBA, así como la salud humana y ambiental; y posibles soluciones a los problemas. 

También exploraron las posibilidades de desarrollo de negocios verdes (como el ecoturismo y la hostelería) y de desarrollo sostenible en las comunidades locales, y el uso de plantas valiosas como recursos genéticos, ornamentales y medicinales. Los miembros del equipo se reunieron con grupos comunitarios involucrados en el desarrollo de iniciativas locales sobre silvicultura, como viveros de árboles y otros negocios. 

Y la lucha continúa. Entre las iniciativas futuras propuestas durante el seminario están: el monitoreo ambiental público de suelo y agua; un grupo para identificar y prevenir enfermedades relacionadas con la minería; la preservación y limpieza del suelo usando biohumus; viveros para plantas endémicas en peligro de extinción; incidencia política para promover la inclusión de medidas de recuperación de sitios mineros abandonados en la legislación nacional; concienciar sobre las evaluaciones del impacto ambiental y social por parte de las empresas mineras; asegurar el diseño e implementación de Planes de Gestión Ambiental y Social; exigir la recuperación de minas antiguas del Estado y capacitaciones para la comunidad en salud y seguridad; y restauración y recuperación del medio ambiente. 

Los residentes locales no están cruzados de brazos, sino que están trabajando para proteger a las especies en peligro de extinción, como lo expresó Shabdrayimova Asylkan: “¡Después de la extracción de oro a lo largo del río, tenemos pozos por todas partes! Todo está desenterrado. Y hemos perdido la esperanza de que la empresa arregle algo. Junto con mi esposo, un guardabosques y residentes trabajadores estamos plantando árboles en las tierras devastadas. Mejoramos el suelo utilizando minerales locales y cultivamos plántulas de especies raras de manzanas y peras silvestres. Más recientemente, la gente comenzó a usar los pozos a lo largo del río para la producción de peces y funciona bien. No somos indiferentes al destino de nuestra tierra Terek-Sai, el destino de Chatkal”. 

Toktobayeva Buken, maestra en Terek-Sai, dice: “En la escuela, enseñamos a nuestros niños a respetar la naturaleza, pero está siendo destruida ante sus ojos. Nuestros esfuerzos como docentes se ven disminuidos, pero no perdemos la esperanza. Este otoño, mis alumnos y yo vamos a recolectar las semillas de la pera Korzhinsky, que figura en el Libro Rojo internacional. Esta pera crece en una parcela que una empresa minera de oro podría destruir con sus excavaciones. Luego, sembraremos las semillas y crearemos un vivero en nuestra escuela. Al hacer esto, podemos salvar al menos una parte del valioso acervo genético de esta planta frutal silvestre y contribuir a la conservación de los bosques”. 

El proyecto KBA Kassan-Sai tiene como objetivo salvaguardar el área sobre la base de la participación de la comunidad local en la toma de decisiones y el trabajo práctico sobre el uso sostenible y la gestión de los recursos naturales vivos. Buscamos construir un modelo de autogobierno a nivel local enfocado en mujeres y jóvenes, que sean responsables con su tierra y recursos naturales y confiados en la lucha por sus derechos. Este proyecto es un ejemplo de cómo el activismo internacional y local, liderado por las comunidades afectadas por el extractivismo, puede luchar contra la destrucción creada por la codicia humana. 


Monocultivos agroindustriales como forma de extractivismo: palma aceitera en Liberia 

Por Ángel Tuninetti en colaboración con Rural Integrated Center for Community Empowerment (RICCE), Liberia

Todos somos ávidos consumidores de aceite de palma, aunque no seamos conscientes de ello. Está presente en aproximadamente el 50 % de los productos que encontramos en los supermercados, como los helados, las pizzas congeladas, los fideos instantáneos, el pan empacado y las galletas, hasta la comida para perros, el jabón, el desodorante, el champú, la pasta de dientes y el lápiz labial. 

Esta ubicuidad tiene un precio: el aceite de palma es una de las principales causas de deforestación en el mundo. Es originario de África, pero fue traído al Sudeste Asiático a través de la expansión colonial. Actualmente Malasia e Indonesia suministran más del 85 % de la producción mundial. Esto tiene un efecto devastador en las selvas tropicales, ya que la mayor parte de la producción se realiza en plantaciones de monocultivos a gran escala que reemplazan a los bosques. Con el aumento de la demanda mundial, el aceite de palma está llevando esa devastación extractivista a África, lo que representa una amenaza no solo para la biodiversidad, sino también para las poblaciones locales, especialmente para las mujeres, cuyas vidas y medios de subsistencia se ven alterados por las plantaciones.  

La biodiversidad bajo ataque

Liberia alberga algunas de las selvas con mayor biodiversidad del mundo, pero actualmente están bajo el ataque de la invasión del aceite de palma en dos regiones: el noroeste y el sudeste. 

El noroeste tiene uno de los mayores territorios forestales que quedan en África Occidental, una prioridad de conservación global para el carbono, la biodiversidad y el agua dulce. Se estima que sus reservas de carbono se encuentran entre las más altas del mundo, mientras que su rica biodiversidad incluye animales en peligro crítico de extinción, como los elefantes del bosque y los chimpancés occidentales. El Parque Nacional del Bosque de Gola, establecido en 2016, es uno de los puntos críticos de biodiversidad prioritarios del mundo, con bosques que conectan varios países de África Occidental: Guinea y Sierra Leona en el oeste, y Costa de Marfil, Ghana y Togo en el este. Además, los bosques son de vital importancia para el sustento de millones de africanos occidentales y brindan servicios ecosistémicos clave de importancia local y mundial. 

Los paisajes en el sudeste consisten en grupos de bosques comunitarios, especialmente en el condado de River Gee y el condado de Maryland. Esta región es de gran importancia para las comunidades locales y la conservación de la biodiversidad, debido a la presencia del Parque Nacional Sapo y el Parque Nacional Grebo-Krahn. El Parque Nacional Sapo está situado en el condado de Sinoe, se extiende sobre un área de 1.804 km², y es el área protegida más grande del país, así como la segunda área más grande de selva tropical primaria después del Parque Nacional Taï, en la vecina Costa de Marfil. El Parque Nacional Grebo-Krahn ha sido reconocido mundialmente como un punto crítico de biodiversidad, que protege una de las poblaciones más grandes del chimpancé del África occidental en grave peligro, el hipopótamo pigmeo en peligro de extinción, el mono Diana vulnerable, el colobo rojo occidental, el elefante del bosque, el leopardo y otros animales amenazados y especies endémicas. Hasta el momento, se han observado en el bosque unas 300 especies de fauna y 220 especies de plantas. Además, las comunidades locales que dependen de los recursos forestales para su sustento y bienestar viven dentro de los límites de estas áreas protegidas.    

La relación entre el Estado y la industria

La invasión de las plantaciones de aceite de palma está liderada por cuatro empresas: Sime Darby Plantation/Mano Oil Palm Plantation, Maryland Oil Palm Plantation (MOPP), Golden Veroleum Liberia (GVL) y Equatorial Palm Oil (EPO). Si bien las empresas alegan tener un compromiso con la sustentabilidad, incluso buscando certificarse bajo la Mesa Redonda de Aceite de Palma Sustentable (RSPO, por sus siglas en inglés), todas han sido denunciadas por diferentes violaciones a los derechos de los pobladores locales y daño ambiental. 

Sime Darby de Malasia, la mayor productora de aceite de palma del mundo por superficie, firmó en 2009 un acuerdo de concesión de 63 años con el gobierno de Liberia para convertir 220.000 hectáreas en el noroeste de Liberia en plantaciones de palma aceitera y caucho. Sin embargo, debido a muchos problemas sociales, ambientales, económicos y políticos, la empresa solo plantó alrededor de 10.300 hectáreas y luego vendió el proyecto a la Mano Oil Palm Plantation

La Maryland Oil Palm Plantation (MOPP) es una de las cuatro principales concesiones de palma aceitera firmadas por el gobierno de Liberia con inversionistas extranjeros. La empresa está patrocinada por el SIFCA, un grupo agroindustrial líder en África con sede en Costa de Marfil, fundado en 1964 y que opera en tres sectores principales: el cultivo, procesamiento y comercialización de aceite de palma, azúcar y caucho, con presencia en cuatro países, Costa de Marfil, Ghana, Nigeria y Liberia. Según el Banco Africano de Desarrollo, la MOPP se ajusta a las prioridades nacionales. El SIFCA afirma que la MOPP ayudará a un Estado frágil a empoderar a su población rural,especialmente a los jóvenes y las mujeres, a través de la creación de empleo y espíritu empresarial, para promover prácticas sociales y ambientales sostenibles, contribuir al desarrollo de infraestructura y sentar las bases para promover más inversiones del sector privado en un país en posconflicto.

Sin embargo, hay informes de casos de acoso y abuso sexual perpetrados por personal de mandos medios y superiores contra mujeres y niñas que trabajan como contratistas y empleadas ocasionales. No se consultó a los propietarios consuetudinarios de territorios antes del despeje de tierras para la plantación y cuando protestaron por la pérdida de sus tierras agrícolas de subsistencia, fueron hostigados y arrestados por la Policía Nacional de Liberia. Dado que la empresa planea una expansión de su plantación, es necesario investigar si las áreas de bosque primario ya han sido destruidas y/o si la expansión planificada afectará el bosque primario y los medios de subsistencia de la comunidad, así como la destrucción de áreas sagradas, incluidos los cementerios.

En 2010, la Golden Veroleum Liberia (GVL) firmó un contrato de concesión agrícola con el gobierno de Liberia para la explotación de 350.000 hectáreas por 65 años, renovable por 33 años más. De esta superficie, la empresa tiene permiso para convertir 220.000 hectáreas en plantaciones y dedicar 40.000 hectáreas a un régimen de subcontratación. El acuerdo de concesión cubre aproximadamente el 2,3% de la masa terrestre del país y abarca cuatro condados en el sudeste de Liberia. Se estima que 41.000 personas viven dentro del área de operaciones inmediatas y el área es propiedad de las comunidades rurales, las cuales utilizan habitualmente la zona para la obtención de alimentos y agua. Estas comunidades dependen en gran medida para su sustento de la agricultura itinerante, las fuentes de agua no desarrolladas, así como la caza y recolección en los bosques comunitarios. 

Desde que la GVL inició operaciones, las comunidades y la sociedad civil han presentado múltiples denuncias ante la RSPO, incluidas intimidaciones y arrestos arbitrarios de miembros de la comunidad, destrucción de humedales comunitarios, áreas sagradas y fuentes de agua potable. También se les acusa de despejar tierras sin recibir el consentimiento de las comunidades y de no realizar evaluaciones de impacto social y ambiental integrales y participativas

La Equatorial Palm Oil se fundó en 2005 y un gigante del aceite de palma de Malasia ha sido el accionista mayoritario desde 2013. Ha firmado un “acuerdo de concesión” con el gobierno de Liberia para desarrollar y operar dos grandes plantaciones de aceite de palma: Palm Bay y Butaw. Estos acuerdos se realizaron sin consultar debidamente ni obtener el consentimiento de las comunidades que, durante generaciones, han sido propietarias y usuarias de la tierra en la que se planean estas plantaciones. 

“Necesitamos nuestras medicinas tradicionales”: los impactos generalizados del extractivismo

El extractivismo y la mercantilización de la agricultura ha dado lugar a múltiples violaciones de los derechos humanos y ambientales en Liberia. Las violaciones más comunes son el acaparamiento de tierras, el despido ilegal y la persecución de empleadas y empleados, el incumplimiento de los compromisos y obligaciones de las multinacionales con las comunidades, la contaminación de la tierra y el agua, la deforestación, el trabajo infantil, el acoso sexual y la ausencia de consentimiento libre, previo e informado. Además, las prácticas y políticas de gobernanza muestran varias brechas, como la falta de acceso a la justicia, mecanismos de reparación débiles para las comunidades y participación limitada de las comunidades locales en la toma de decisiones. Para lograr una gobernanza y una gestión sostenibles de los recursos naturales, se deben abordar estos retos. Esto requiere un esfuerzo bien coordinado y concertado, colaboración y asociación con el gobierno, las organizaciones de la sociedad civil,  expertas, expertos y las comunidades locales.

Los impactos están fuertemente relacionados con el género. Como suele suceder en la transición de las economías rurales y forestales tradicionales al extractivismo, las mujeres son la población más afectada: así lo deja claro una investigación realizada por el Centro Rural Integrado para el Empoderamiento Comunitario (RICCE, por sus siglas en inglés). Para el proyecto, RICCE entrevistó y realizó grupos focales con personas destacadas, como los comisionados distritales, líderes tradicionales, pequeños agricultores, incluidos hombres y mujeres (especialmente aquellos involucrados con la palma aceitera), directoras y directores de escuelas, mujeres líderes y jóvenes líderes en Sinoe, condados de Grand Kru y Maryland. En los grupos focales había mujeres, jóvenes y líderes locales. 

Durante las consultas, las mujeres respondieron que participan en la política local y la toma de decisiones a través de reuniones comunitarias con mujeres líderes, pero que rara vez se tienen en cuenta sus aportes. También manifestaron que nunca fueron parte de las decisiones tomadas durante el proceso de adquisición de tierras por parte de las empresas. Estas decisiones fueron tomadas por jefes y funcionarios del gobierno local y nacional. 

Durante mucho tiempo, las prácticas y costumbres tradicionales han negado a las mujeres los derechos a la tierra y la toma de decisiones relacionadas con los recursos naturales. En la mayoría de estos pueblos remotos, las tradiciones, las costumbres, los embarazos prematuros y el trabajo doméstico impiden que las mujeres adquieran una educación secundaria. Por lo tanto, el acceso limitado de las mujeres a la información representa un obstáculo en lo que respecta a sus derechos sobre la tierra y su participación en los procesos de toma de decisiones. El 80% de los líderes del pueblo son hombres, ellos son los principales receptores de información y quienes toman las decisiones sobre el futuro de sus tierras. 

Sin embargo, la mayoría de las mujeres indicaron que son el sostén de la familia y guardianas de la misma; tienen amplios conocimientos sobre la obtención y conservación de alimentos tradicionales, la medicina vegetal tradicional y el sistema agrícola tradicional. Estos conocimientos desempeñan un papel importante en la consecución de la seguridad y la soberanía alimentaria sostenibles. 

La deforestación y el acaparamiento de tierras por parte de las empresas conduce a la pérdida de tierras de cultivo, plantas medicinales, leña y otros productos forestales. Las mujeres apenas tienen suficientes tierras de cultivo para producir cultivos alimentarios para su sustento y están perdiendo elementos importantes de su cultura. Christanal Saydee, residente de Nyenpah, condado de Sinoe, expresó que“aunque existen medicinas modernas, no pueden curar todas las enfermedades, solo algunas. Necesitamos nuestras medicinas tradicionales”. 

Si bien las empresas prometen trabajos a las mujeres, estas oportunidades solo están disponibles durante las primeras etapas de la plantación, específicamente para sembrar y desyerbar. Después de esas fases, la mayoría son despedidas, especialmente las mujeres mayores. No hay beneficios para el cuidado de niños ni instalaciones de lavado. En etapas posteriores del trabajo de plantación, se emplean más hombres que mujeres porque el trabajo se vuelve más exigente físicamente. Las mujeres dicen que se sienten inseguras porque no se les proporciona equipo de protección y que si se lesionan en el trabajo, no reciben beneficios. De vez en cuando deben trabajar con productos químicos peligrosos sin la formación adecuada y temen que su salud se vea afectada. 

Además de todo lo anterior, los habitantes locales tienen que soportar un trato injusto y a veces brutal por parte de la empresa y las fuerzas de seguridad. Como expresó una mujer del condado de Butaw, “los vigilantes de las empresas y del Estado golpean a nuestros niños por el presunto robo de palma y a algunos por protestar para exigir sus derechos”. Además de los testimonios recogidos por RICCE, estas violaciones también han sido denunciadas por otras organizaciones

De manera alentadora, la situación ha mejorado en las comunidades donde existe una formalización continua de los derechos consuetudinarios sobre la tierra. En estos territorios existe una amplia conciencia sobre los derechos de las mujeres a la tierra, e incluso se les incluye en los Comités Comunitarios de Gestión de Desarrollo Territorial, órgano encargado de tomar decisiones sobre el manejo y uso de la tierra, demostrando que el acceso a la tierra y la promoción y defensa de los derechos de las mujeres son un factor clave en la lucha contra la opresión de la expansión desenfrenada del extractivismo. Esto ofrece un faro de esperanza para el resto de la nación y un modelo para un proceso de toma de decisiones dirigido y monitoreado por mujeres y pueblos indígenas. 


Violencia contra la mujer, trabajo infantil forzado: las realidades de la minería industrial en la RDC 

Por Ángel Tuninetti en colaboración con el Programa Integrado para el Desarrollo del Pueblo Pigmeo (PIDP), RDC

La República Democrática del Congo (RDC) posee la mayor parte del Bosque del Congo de África Central, más de 100 millones de hectáreas, un área del tamaño de Egipto. Este bosque alberga más de 10.000 especies de plantas, 1.111 especies de aves, 409 especies de mamíferos y 400 especies de peces. También es territorio de comunidades indígenas, como los banamwesi y los motondo, para quienes los bosques brindan sustento y tienen un profundo valor cultural y espiritual. 

Sin embargo, la biodiversidad de la RDC está amenazada por la otra riqueza del país: los minerales. Desde principios de este siglo, la economía del país se ha caracterizado por el auge de los minerales: coltán, cobalto y ahora el mineral de estaño conocido como casiterita, del cual la República Democrática del Congo posee aproximadamente un tercio del suministro mundial. Debido a las leyes ambientales promulgadas en Japón y la Unión Europea en 2004, que obligaron a reemplazar las soldaduras a base de plomo por estaño, la demanda de coltán y, por lo tanto, su precio aumentaron significativamente. Los precios del estaño también se han triplicado durante la pandemia de Covid-19.  

La mina de estaño de Bisie

Uno de los depósitos de mineral de estaño más importantes se encuentra en Bisie Ridge, en el territorio de Walikale, en la provincia de Kivu del Norte. El depósito fue descubierto por los residentes en 2002 y surgió una próspera industria minera artesanal. Para 2005, las comunidades locales habían organizado la Asociación Bangandula para coordinar la extracción y venta de minerales. El mineral de estaño se vende a comptoirs, empresas intermediarias que compran los minerales sin procesar extraídos de las minas y luego los venden a empresas procesadoras de minerales. El mayor comprador de minerales de la minería artesanal en Bisie era Mining Process Congo (MPC). 

El comercio de estaño pronto atrajo a operadores más grandes como Alphamin Resources, una empresa canadiense con sede en Mauricio. Desde 2017, Alphamin ha estado desarrollando la mina de estaño de Bisie, un proyecto conjunto con la Corporación de Desarrollo Industrial de Sudáfrica (que posee el 14,25% de las acciones) y el gobierno de la República Democrática del Congo (5% de las acciones). Se espera que el proyecto produzca unas 10.000 toneladas de estaño al año

Como suele ser el caso con el atractivo del extractivismo, los gobiernos nacionales y locales aceptaron la promesa de las riquezas que se cosecharían del proyecto, con total desprecio por el medio ambiente y las comunidades locales. Los funcionarios del gobierno se han referido a este proyecto como el primero de muchos para industrializar minerales en el este de la RDC, sugiriendo que conduciría a un mayor desarrollo en la región. 

Alphamin está reportando ganancias récord. Sin embargo, el sueño de impulsar el “desarrollo” está lejos de realizarse. El mal estado de la carretera Goma-Walikale dificulta el transporte de minerales fuera de la mina, lo que afecta la producción, y la región aún carece de infraestructura básica como escuelas y centros de salud. 

Daño a las comunidades 

Las consecuencias negativas del proyecto minero también se acumulan. La mina Alphamin Bisie ha desplazado la minería artesanal; alrededor de 700 mineros artesanales han sido expulsados de los sitios, sin respeto de sus derechos de acuerdo con las leyes mineras nacionales e internacionales. La empresa prometió más de 500 puestos de trabajo a las comunidades locales, pero hasta ahora solo se ha dado empleo a unas 250 personas, entre trabajadores extranjeros y locales. Los lugareños no ocupan cargos directivos y solo ocasionalmente tienen puestos administrativos, y la mayoría son obreros, operadores de máquinas o conductores. 

El impacto en las comunidades locales, en particular las indígenas, no termina ahí. Los representantes de los pueblos indígenas banamwesi y motondo se han quejado del daño que están sufriendo contactando a la Alianza Nacional para el Apoyo y Promoción de Áreas de Patrimonio Indígena y Comunitario (Alliance Nationale d’Appui et de Promotion des Aires du Patrimoine Autochtone et Communautaire, ANAPAC ) y al Programa Integrado para el Desarrollo del Pueblo Pigmeo (Programme Intégré pour le Développement du Peuple Pygmé, PIDP). Dicen que son víctimas de discriminación por parte de Alphamin y sus vecinos bantúes, quienes los consideran socialmente inferiores, por lo que fueron excluidos de las negociaciones sobre el proyecto. 

La discriminación de género también es un factor, ya que hay pocas oportunidades para las mujeres en la minería industrial. Si se les ofrece trabajo, es principalmente como transportadoras de mineral y cocineras para trabajadores de bajos salarios. El trabajo sexual también está muy extendido en los sitios mineros, y la ausencia de mujeres en los puestos de toma de decisiones en las empresas significa que esto no se aborda, ni se toman medidas para garantizar la seguridad de las mujeres. El trabajo infantil forzado y la explotación de niños también son comunes. Las jóvenes son a menudo víctimas de violencia sexual y obligadas a contraer matrimonio a edad temprana. Esto interrumpe su educación, atrapándolas en un ciclo de pobreza, violencia y discriminación. 

Si bien la empresa ha logrado acuerdos con representantes de las comunidades y los gobiernos nacional y provincial, hubo poco respeto por la consulta previa, sistemática, libre e informada con las comunidades, quienes carecían de apoyo técnico y acceso a la información sobre el proyecto minero. Incluso hoy en día, no se sabe exactamente a cuánta tierra se le ha otorgado acceso a Alphamin, ya que nunca han compartido los permisos mineros con las comunidades. Peor aún, muchas comunidades como Banamwesi, que nunca fueron consultadas en absoluto, han encontrado desde 2019 huellas y señales dejadas por la empresa durante la prospección y el mapeo en sus bosques comunales. 

La presencia de Alphamin afecta la identidad cultural de las tribus, restringe su acceso a los recursos locales, trae enfermedades infecciosas a la región, destruye los ecosistemas forestales que brindan sustento y tienen valor cultural y religioso y erosiona los derechos territoriales locales. También hay una contaminación significativa del agua y el suelo, caza ilegal para vender carne de animales silvestres a los mineros y  deforestación a gran escala que contribuye al cambio climático y la pérdida de biodiversidad. 

Violaciones legales 

Todas estas prácticas violan no solo la legislación nacional de la RDC, como la ley de minería, el código forestal y la ley de tierras, sino también convenciones internacionales, como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, el Convenio sobre la Diversidad Biológica, y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Se expropiaron tierras de los lugareños sin el consentimiento libre, informado y previo, y nunca se ofreció compensación. 

Las mujeres, los pueblos indígenas y las comunidades locales son los actores más importantes en la preservación de los bosques y la batalla contra el cambio climático. Las mujeres y las comunidades indígenas de la RDC, y los bosques que habitan, tienen derecho legal a que se proteja y respete su bienestar.


Fortalecimiento del patriarcado y de la pobreza: el papel del extractivismo en la destrucción de los ecosistemas forestales

Por Chithira Vijayakumar y Valentina Figuera Martínez

El extractivismo ha sido tradicionalmente uno de los sectores más opacos de la industria mundial. Desde una escasez de datos creíbles sobre los impactos del extractivismo, patrones de compromiso deficiente con las comunidades locales y los titulares de derechos, un sistema de gestión empresarial marcado por la falta de transparencia y diversidad, hasta el hallazgo de que uno de cada cinco casos de soborno transnacional ocurre en el sector extractivo. Estas industrias han resistido en gran medida el impulso de conversaciones abiertas y comprometidas, particularmente con las personas a las que más impactan: mujeres y otros grupos marginados política y económicamente, que se encuentran en gran parte en el mundo mayoritario. 

Como muestran las historias de este informe de Cobertura Forestal, las industrias extractivas son un factor importante de la pérdida de bosques en todo el mundo. Estas industrias a menudo argumentan que la destrucción de algunos de los ecosistemas con mayor biodiversidad del mundo debe verse como una compensación justa por el enriquecimiento humano. Sin embargo, este informe también muestra que el extractivismo devasta los medios de vida, la cultura y la identidad de las personas, en lugar de mejorarlos. Por eso es fundamental analizar el extractivismo como impulsor de la pérdida de bosques desde una perspectiva de género. 

En junio de 2022, la GFC invitó a nuestros grupos miembros, organizaciones de base con sede en 72 países, a manifestar su interés en recopilar información sobre los impactos de género del extractivismo en los bosques de sus regiones. Los seis estudios de caso finalizados a través de este proceso representan una diversidad en consideraciones geopolíticas, así como en los temas que estaban investigando. Los grupos miembros pasaron semanas acopiando datos sobre las formas en que el género y la indigeneidad se cruzan con las industrias extractivas en su región, ofreciéndonos un vistazo a una industria global que se estima representa más del 80 % de la pérdida de biodiversidad del mundo y más de la mitad de todas las emisiones globales de carbono

Esta edición de Cobertura Forestal es un compendio único de relatos de personas sobre la convivencia con un recurso ecológico que es muy apreciado por el capital mundial, que destaca también las formas particulares y a menudo pasadas por alto en las que las mujeres y las personas de géneros marginados se ven afectadas. 

Subyugación y agotamiento

Los estudios de caso en este informe son de Armenia, República Democrática del Congo, Ghana, India, Kirguistán y Liberia. Aunque los casos se sitúan evidentemente en entornos y regiones muy diversos, surge un patrón claro en la relación entre las políticas de extracción y la gente, así como la ecología en su zona de impacto. 

El primero es el establecimiento de espacios de subyugación y agotamiento, tanto de los recursos naturales como de los derechos del ecosistema forestal y su gente, en particular las mujeres y los indígenas. Se hace eco de las teorizaciones del extractivismo como actividad que deja atrás una “esterilidad”, con un centro operativo que controla y dirige el flujo de capital, tanto humano como material, lejos del sitio de extracción. Por ejemplo, las vías fluviales de Jermuk, en Armenia, famosas por sus propiedades terapéuticas que han llevado al desarrollo de la identidad de la ciudad como destino de turismo de salud, están amenazadas por el drenaje ácido de la minería de oro, que destruirá las principales fuentes de agua dulce de la región. Aparte de los riesgos para la salud y la ecología, esto también pondría fin a los negocios locales como el enlatado de alimentos, el secado de frutas, los balnearios y el turismo, industrias que tradicionalmente emplean a más mujeres. Esto empeora las desigualdades de género existentes y debilita la posición económica, social y política de las mujeres. 

De esto también se hacen eco Maristella Svampa y Enrique Viale, quienes afirman que, “dado que los territorios contienen bienes valorizados por el capital, devenidos en commodities, se consolidó una visión eficientista que los considera “socialmente vaciables” y, por ende, potenciales zonas de sacrificio. En nombre de la ideología del progreso, las comunidades y los pueblos allí asentados son invisibilizados y/o convertidos en “superficiarios”, las economías regionales devaluadas o sus crisis exacerbadas. Estos procesos de devaluación y violación de derechos se potencian en las regiones tradicionalmente relegadas, como los territorios indígenas y campesinos”. 

Esto también se refleja en el estudio de caso de Hasdeo Anand, India. Vemos varias poblaciones tribales para quienes el bosque es una fuente de subsistencia, medicina y fe. Las poblaciones se niegan a abandonar su bosque, que tiene varios devgudis, lugares sagrados, y se ven obligadas a presenciar la tala de 841 hectáreas de ecosistemas forestales para la minería del carbón. La tribu es forzosamente separada de sus prácticas culturales tradicionales así como de su autonomía económica y política, lo cual es característico de la naturaleza colonialista del extractivismo. Las mujeres, en particular, se ven despojadas tanto de sus formas y medios de vida como de su derecho fundamental a la vida, ya que son las principales interlocutoras con el bosque a través de la recolección de productos forestales no madereros y leña. Está claro que estamos ante “hegemonías territoriales” y “subalternización de las regiones”, como describe Héctor Alimonda al referirse al extractivismo latinoamericano, que concibe la naturaleza como un mercado. 

Reconversión de los sistemas patriarcales

En segundo lugar, en estos territorios, el mecanismo del capitalismo extractivo de última etapa cosifica y profundiza las estructuras patriarcales existentes. Por ejemplo, el aceite de palma, uno de los principales impulsores de la conversión de algunos de los bosques con mayor biodiversidad del mundo, ha estado invadiendo constantemente los ecosistemas forestales de Liberia, así como la autoridad y los derechos de las personas que dependen de ellos. En el estudio de caso de Liberia, vemos que las normas de género existentes plantean muchos desafíos a los derechos de las mujeres a la educación, la tierra y la toma de decisiones políticas y sociales. El liderazgo local es abrumadoramente masculino, lo que limita en gran medida el acceso de las mujeres a información vital y la capacidad de opinar sobre el futuro de los bosques que ayudan a mantener. 

Esto, por supuesto, no quiere decir que las mujeres en todas sus diversidades sean observadoras pasivas de estas decisiones, sino que sus avances hacia la liberación de género se ven obstaculizados por la presencia del capital global que se involucra en gran medida solo con las estructuras patriarcales. Por ejemplo, a menudo ocurre que las mujeres se enteran de los acuerdos firmados por los líderes locales con la industria solo después de que se han finalizado los pactos.  

El legado colonial del extractivismo

El tercer tema que vemos en estas zonas geopolíticas y bosques es el establecimiento de relaciones no recíprocas. Naomi Klein ha definido los territorios extractivistas como “zonas de sacrificio” donde existe “una relación no recíproca, basada en el dominio sobre la tierra, una relación puramente de toma”. Los conceptos de “capitalismo extractivo” e “imperialismo extractivo” se refieren a un modelo de economía política que acumula poder y capital en manos de la industria, continuación del legado colonial del extractivismo. Por ejemplo, la minería no es una fuente importante de empleo en Armenia, ya que proporciona menos del 1 % de los puestos de trabajo, en su mayoría para hombres. También deteriora las posibilidades de otras actividades económicas al cambiar los patrones de uso de la tierra y contaminar las áreas agrícolas y turísticas. Asimismo, Kirguistán, a pesar de su tremenda riqueza mineral, tiene solo el 3 % de los empleos a nivel nacional proporcionados por industrias extractivas. En lugares como Ghana, vemos un patrón diferente: los lugareños enfatizan la importancia de la minería como fuente de sustento. Sin embargo, con la afluencia de dinero rápido de la minería, el costo de vida también ha subido. Además, sus fuentes de agua se han contaminado, se ha incrementado el abuso de drogas y el alcoholismo, y se ha registrado un aumento de los robos a mano armada y la violencia interpersonal. Así que mientras hay una inyección de dinero en efectivo en la economía local, este se concentra en manos de los hombres, mientras que las mujeres tienen que asumir los altos costos sociales y políticos. También hay poco o ningún apoyo disponible para ellas de las entidades nacionales y transnacionales que se benefician de estas industrias. De hecho, incluso las mujeres que han sido empleadas por industrias extractivistas han hablado de cómo son relegadas a trabajos mal pagados, de indemnizaciones médicas en caso de lesiones en el trabajo que se otorgan solo a los hombres, y cómo incluso cuando hacen el mismo trabajo que los hombres, se les paga mucho menos debido a una importante brecha salarial. 

Es importante señalar aquí que la minería industrial es un caso atípico en lo que respecta a la participación de las mujeres: los estudios han demostrado que las cosas son muy diferentes cuando se trata de la minería artesanal y de menor escala. Por ejemplo, en la región andina, la minería es una de las principales actividades económicas, generadora de ingresos y divisas: “Sin embargo, los empleos directos que genera están fuertemente dominados por hombres. La participación laboral femenina en la minería en los países andinos es muy inferior a la de otras zonas mineras. Cabe señalar que en varios países de la subregión esta tendencia se invierte en la minería artesanal y de pequeña y mediana escala: un ejemplo de esto es Colombia, donde la participación femenina alcanza el 70%”. Esto también se repite en los estudios de caso de este informe: en lugares como la República Democrática del Congo, vemos el creciente desplazamiento de la minería artesanal por la minería industrial a gran escala, lo que indica una tendencia de mayor marginación y explotación de las mujeres en todas sus diversidades.  

El auge de la violencia de género

Por último, está bien documentado en todo el mundo que los territorios extractivistas son lugares en los que aumenta la violencia de género, incluidas las agresiones sexuales, la violencia doméstica, la trata de personas, los embarazos de adolescentes y los matrimonios forzados, y que las mujeres indígenas se ven afectadas en un porcentaje desproporcionadamente alto. Esto también se confirma en este informe. En Hasdeo Anand, los grupos miembros señalan cómo la minería en la región ha erosionado constantemente los derechos de las mujeres tribales, así como también ha aumentado el abuso sexual y el alcoholismo. En la República Democrática del Congo, el creciente número de matrimonios forzados y embarazos adolescentes ha significado una interrupción en la educación de las niñas, atrapándolas en un ciclo de pobreza, violencia y discriminación. La Evaluación del Impacto Ambiental y Social del proyecto minero en Jermuk reconoce que es probable que aumente la actividad delictiva y la violencia sexual en el pueblo, debido a la gran cantidad de trabajadores varones que vendrán de otras regiones.

Y, sin embargo, esta creciente violencia de género a menudo merece poca respuesta o incluso reconocimiento por parte de las industrias extractivistas: ninguno de los países miembros encontró evidencia de que las empresas hayan prestado atención al acoso y la explotación sexual desenfrenados en sus zonas extractivistas. Se deja que las comunidades absorban estas violencias y se les pide que las acepten como parte del “negocio como de costumbre” en oposición a la grave crisis social, política y de salud pública que realmente es. La reducción de los espacios públicos y de la sociedad civil para las mujeres y las personas de otros géneros marginados fortalece el sistema capitalista, colonial y patriarcal que las industrias extractivas necesitan para continuar con su modo de operación. Bajo el extractivismo, tanto la naturaleza como el cuerpo de las mujeres son violentados y degradados de tal manera que se imposibilita la continuidad de una vida digna. 

El protagonismo de las mujeres rurales e indígenas

En conclusión, los artículos de este número de Cobertura Forestal revelan una realidad compartida sobre la degradación de los ecosistemas forestales: el mito del extractivismo para el “desarrollo” económico y sus repercusiones, particularmente de género. Esta visión productivista del desarrollo ha abierto el camino para la implementación de proyectos extractivistas en santuarios naturales de todo el Sur Global, provocando violaciones de derechos humanos, desplazamiento de pueblos indígenas y comunidades locales, impactos en la salud y soberanía alimentaria, desigualdades económicas y sociales, así como problemas ambientales. Esto es especialmente frecuente en las áreas rurales, donde el cambio climático, la deforestación, la pérdida de fuentes de agua y la degradación de la tierra amenazan los medios de vida, la cultura y la identidad locales. Los sistemas extractivistas industriales necesariamente colocan a las mujeres y a las personas de otros géneros marginados en el papel del ‘otro’, quitándoles su autoridad. Pero también vemos que las mujeres, especialmente las mujeres indígenas y rurales, han estado a la vanguardia de la resistencia contra la extracción industrial y se niegan cada vez más a ser atrapadas en los ciclos interminables de explotación. Ellas se están pronunciando contra el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado, y sin reconocer su protagonismo, no habrá salida al colapso del ecosistema planetario al que ahora nos enfrentamos.


Agradecimientos

Equipo editorial:

Allie Constantine, Andrey Laletin, Ángel Tuninetti, Chithira Vijayakumar, Juana Vera Delgado, Kwami Kpondzo, Megan Morrissey, Simone Lovera, Valentina Figuera Martínez, Wen Bo

Autor principal:

Ángel Tuninetti

Editores:

Allie Constantine, Chithira Vijayakumar, Don Lehr, Megan Morrissey

Traductores:

Amira Armenta, Danae Serinet Barrera, Elena Kreuzberg, Gaelle Le Gauyer, Megan Morrissey, Rachel Babin

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Iximché Media

Esta publicación ha sido producida con el apoyo de Women Engage for a Common Future (WECF) a través de la Green Livelihoods Alliance, financiada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de los Países Bajos, American Jewish World Service, y la Swedish Society for Nature Conservation (SSNC). El contenido de esta publicación es responsabilidad exclusiva de la Coalición Mundial por los Bosques y en modo alguno debe considerarse que refleja la posición de los donantes.

30 ago., 2022
Posted in Forest Cover, recursos y publicaciones, Extractive industries, tourism and infrastructure